parte 4.7

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Capítulo 45

Por la noche, cuando Frank los dejó a ella, a tía Pittypat y a los niños en casa de Melanie, y se fue calle abajo con Ashley, de buena gana Scarlett se hubiera echado a llorar de rabia y de dolor.

¡Cómo era posible que se marchase a un  mitin político aquella noche! ¡A un mitin político, y precisamente aquella noche!

La misma noche en que ella había sido víctima de un atentado; cuando podía haberle ocurrido cualquier cosa. ¡Qué insensible y qué egoísta era! ¡Pero si lo había tomado todo con una tranquilidad enloquecedora, aun cuando Sam la había llevado a casa sollozando, con el corpiño desgarrado hasta la cintura! Y mientras
ella, con gemidos entrecortados, le contó su aventura, ni una sola vez había hecho un gesto de espanto.

Se había limitado a preguntarle amablemente:

—¿Estás herida, vida mía, o solamente asustada?

La rabia y la ira unidas le habían impedido contestar, y Sam se había
apresurado a explicar que estaba sencillamente asustada.

—Yo llegué cuando le habían roto el traje.

—Eres un buen chico, Sam, y no olvidaré lo que has hecho. ¿Hay algo en que yo pueda serte útil?

—Sí señor; déjeme usted volver a Tara lo antes posible. Los yanquis me
quieren coger.

Frank había escuchado este ruego sin inmutarse y sin hacer ninguna pregunta. Tenía el mismo aspecto que la noche en que Tony había venido a llamar a su puerta.

Consideraba todo aquello como un asunto exclusivamente de hombres y
pensaba que debía solucionarse con un mínimo de palabras y emociones.

—Puedes irte en la calesa. Haré que Peter te conduzca hasta Rough y Ready esta noche. Puedes ocultarte en el bosque hasta mañana por la mañana, y entonces tomar el tren para Jonesboro. Será lo más seguro... Y ahora, vida mía, no llores más. Ya ha pasado todo, tú no estás herida. Señorita Pitty, ¿me hace el
favor de su frasquito de sales? Mamita, tráigale a la señorita Scarlett un vaso de vino.

Scarlett había prorrumpido en renovados sollozos, esta vez de rabia.
Necesitaba mimos, indignación, juramentos de venganza.

Hubiera preferido que Frank se hubiese incomodado con ella, que la hubiese reñido, recordándole cuántas veces la había prevenido de lo que iba a ocurrir.

Cualquier cosa hubiera sido mejor que ver que lo tomaba con tanta tranquilidad y consideraba su peligro como asunto de poca importancia.

Estaba amable y cariñoso, desde luego, pero distraído cual si tuviera cosas mucho más importantes en que pensar. Y esta cosa tan importante había resultado ser un mitin político.

Apenas podía dar crédito a sus oídos cuando le dijo que se cambiara de traje y se arreglara porque la iba a llevar a casa de Melanie para que pasara allí la tarde.

Él debía comprender cuan terrible había sido su angustia, debía saber que no tenía ganas de pasarse toda la tarde en casa de Melanie, cuando su adolorido cuerpo y sus excitados nervios estaban necesitando el suave descanso del lecho yde las mantas, con un ladrillo muy caliente que la hiciera reaccionar y un ponche hirviente que calmara sus temores.

Si realmente la hubiera querido, nada le habría obligado a separarse de su lado, y menos que nunca aquella noche.

Se habría quedado en casa, con la mano de Scarlett entre las suyas, le hubiera dicho una y otra vez que si a ella le hubiese ocurrido algo él habría muerto de dolor. Y cuando volvieran a casa y estuvieran los dos solos ya se lo diría ella así.

Lo Que El Viento Se LlevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora