Capítulo 51
Cuando Scarlett pudo salir de nuevo, hizo a Lou oprimirla en su corsé, con tal
fuerza que las cintas estallaban. Después se pasó una medida de cinta alrededor
de la cintura.—Veinte pulgadas —gruñó—; eso es lo que los niños hacen a la figura.
Tenía la cintura tan ancha como tía Pittypat, tan ancha como Mamita.
—Apriétalas más, Lou. A ver si puedes reducírmela a ocho pulgadas y media, o no podré ponerme ninguno de mis trajes.
—Rompería los cordones, señorita Scarlett —dijo Lou—. Se le ha ensanchado la cintura y no se puede remediar.
« Sí que se puede remediar —pensó Scarlett, mientras descosía furiosa los
costados del traje para sacarle unas pulgadas—; nunca más tendré otro hijo.»Desde luego, Bonnie era muy linda y un orgullo para Rhett y para ella, y Rhett la adoraba. Pero no volvería a tener otro niño. Cómo se arreglaría para conseguirlo, eso no lo sabía. Porque no podía manejar a Rhett como había
manejado a Frank. Rhett no le tenía miedo.Iba a ser difícil con Rhett, que tan entusiasmado estaba con la niña, y que seguramente, aunque él dijese que si
tuviese un hijo lo ahogaría, querría tener uno al año siguiente. ¡Pues no tendría ni
niño ni niña! ¡Ya era bastante para una mujer tener tres hijos!Cuando hubo hilvanado las deshechas costuras, Lou las cosió; peinó y vistió a
Scarlett, llamó un coche y su ama salió en él para el almacén de maderas. Por el
camino se fue animando y olvidó por completo la perdida línea, porque iba a vera Ashley, a examinar los libros con él. Y, si tenía un poco de suerte, lo vería a
solas. No lo había visto desde bastante antes del nacimiento de Bonnie, pues no
había querido hacerlo cuando su embarazo era muy visible; así que había echadomucho de menos el contacto diario con él y también la actividad de su negociode maderas mientras estaba enclaustrada.Desde luego, ahora Scarlett no
necesitaba trabajar. Podría vender muy fácilmente las serrerías y emplear el
dinero en valores para Wade y Ella. Pero tal cosa significaría ver a Ashley muy
rara vez y eso siempre en sociedad y rodeados de multitud de gente. Y el
trabajar al lado de Ashley era su mayor placer.Cuando llegó al almacén examinó con interés las grandes pilas de madera y
el gran número de clientes que se agolpaban entre ellas hablando con Hugh Elsing. Y había seis troncos de mulas, y varios vagones que los negros estaban cargando. « ¡Seis troncos! —pensó con orgullo—. ¡Y todo esto lo he hecho yo sola!» Ashley salió a la puerta del pequeño despacho, con los ojos iluminados por la alegría de volver a verla, le dio la mano para ayudarla a bajar del coche y la condujo al despachito como si fuera una reina.Pero parte de su alegría se desvaneció al indinarse sobre los libros de su serrería y compararlos con los de Johnnie Gallegher.
Ashley casi no había hecho más que gastos y Johnnie tenía a su favor una respetable suma. Se abstuvo de hacer comentarios mientras contemplaba las dos páginas.
Ashley leyó en su rostro.
—Lo siento muchísimo, Scarlett. Lo único que quisiera decirte es que me gustaría que me dejases contratar a negros libres en lugar de emplear penados. Creo que me arreglaría mejor.
—¡Negros! ¡Pero su jornal nos arruinaría! Los penados son desecho barato.
—Si Johnnie consigue todo esto con ellos...
Los ojos de Ashley miraron por encima de su hombro algo que ella no podía
distinguir, y la alegría desapareció en su rostro.—Yo no puedo manejar a los presidiarios como hace Johnnie; yo no sé conducir hombres.
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Lo Que El Viento Se Llevo
RomanceUna novela clásica de la literatura norteamericana de la escritora Margaret Mitchell, que en 1939 fue llevada a la pantalla grande, para volverse inolvidable al ser protagonizada por la gran actriz Vivien Leight. Narra la vida de una bella sureña l...