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Stop And Stare - One Republic

Lauren's POV

Llovía. Llovía a cántaros. Eso fue lo primero que sentí cuando pisé la Tierra por primera vez desde hacía mil años. Las gotas de lluvia golpeaban mi cara, deslizándose a lo largo de mis labios. La sensación era maravillosa hasta que un estruendoso pitido seguido de unas luces parpadeantes me hicieron levantar los párpados con brusquedad. «¿Qué demonios es eso?» pensé aterrorizada cuando mis ojos enfocaron una bestia de metal que a punto estuvo de arrollarme. Al intentar esquivarlo, mis pies descalzos resbalaron sobre el suelo húmedo hasta terminar cayéndome en un charco. Espero que Padre no me estuviera viendo ahora mismo o se avergonzaría de mí.

— ¡Aparta de la carretera, imbécil! —Gritó alguien asomando la cabeza desde las entrañas del monstruo de acero.

¡Santo Cielo! Ese no era el único mortal que montaba sobre esos seres. Había cientos de gran variedad de colores recorriendo las calles, cruzándose entre sí en un orden caótico de luces naranjas, rojas y verdes. Retrocedí alejándome de la jungla demoníaca que estaba presenciando hasta que mi espalda se golpeó contra una pared. ¿Pero qué? Se supone que Gabriel debería haberme enviado a un lago. Los ángeles no podíamos aparecer en medio de las ciudades humanas excepto por alguna intervención divina. ¿Esto era obra de Dios?

— Señorita, ¿se encuentra bien? ¿Quiere que llame a emergencias? —Un anciano con un paraguas se acercó a mí al verme arrodillada en el suelo con los ojos abiertos de par en par. Me tocó el hombro para comprobar si reaccionaba y yo me incorporé bruscamente apartándolo de un manotazo.

— Sí. Disculpe, monseñor, ¿dónde me encuentro y en qué día nos encontramos? —Inquirí adaptándome a la lengua que, si no me equivocaba, era una variante diferente al inglés que conocía la última vez que descendí.

— Hoy es 27 de julio pese a que la lluvia indique lo contrario. Y está usted en Chinatown, querida.

¿China? ¿Ahora hablaban inglés en China? Levanté la vista para contemplar los letreros de luces brillantes escritos en caracteres asiáticos, los escaparates con figuras de neón y los restaurantes. Efectivamente, alguna de las cosas que leía sí que eran de allí. Volví a fijar mis pupilas en el señor que me miraba preocupado. Supongo que pensaría que estaba perdiendo la cabeza. En parte era culpa mía por sólo haberme dedicado a observar el cielo y las montañas durante tantos siglos. Ahora la humanidad había prosperado y yo estaba totalmente perdida.

— ¿Podría decirme quién es el hombre que posee el mayor imperio en la Tierra?

Ese sería un buen comienzo. Si lograba encontrar a la persona más influyente del mundo, sería capaz de observarle para tomar una decisión sabia. Tenía muy claro mi veredicto pero no quería que Padre pensase que había tomado mi decisión a la ligera.

— ¿Qué? ¿Se refiere al presidente de Apple, el jovencito que inventó esa cosa social o a la mujer de los libros sobre magos...? Porque sin duda, ambos tienen un gran ejército tras de sí. —Arrugó sus ojos lechosos para reírse. Supongo que era una broma pero no la entendí.

— No, no —Suspiré perdiendo la paciencia. Cielos, no sabía muy bien cómo adaptarme a su forma de hablar. No había comprendido la mitad de lo que había dicho—. Quiero decir, ¿quién toma las decisiones importantes en el mundo?

— Muchos le dirían la ONU, querida, pero evidentemente el presidente de nuestro país, los grandes Estados Unidos de América, es quien realmente podría sacudir el mundo si así lo quisiera. —Me guiñó un ojo divertido pero entonces, se percató de mi ropa y puso cara de sorpresa— ¡Pero joven! Está calada hasta los huesos. Llamaré a un taxi, no parece encontrarse del todo bien...

Unsteady; CAMRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora