Esta es la historia que nunca quise contar a nadie, hasta el día de hoy. Comparto la triste y dolorosa historia sobre el acoso escolar. Todo pasó desde el primer día de escuela, la maldita primaria, todos mis compañeros comenzaron a mirarme de una forma diferente, se reían de mí, mejor dicho: se burlaban de mí. En los primeros 6 años comenzaban a tirarme los cuadernos a la basura, cuando me sentaba (debo aclarar que entonces era un chico gordo), todos se levantaban, se burlaban sobre mi peso, hacían chistes crueles sobre ello, a veces me reía con ellos con una risa nerviosa. Llegaba a casa sin ganas de hacer nada, sólo de estar en mi cuarto todo el día encerrado, escuchando música deprimente y triste, mis padres trabajaban y no se daban cuenta de ello, así que no tenía que preocuparme por eso, sólo de esas personas que tanto daño psicológico me hacían. Encontré una libertad preciosa en la música, mi mundo era la música, la música era lo único que me acompañó en ese tormento. Crecí con tendencias suicidas, conocí el dolor a tan temprana edad. Crecí, 12 años exactamente, nuevo ciclo de escuela, nuevo ciclo en mi vida, nuevas experiencias lamentables para contar. Entonces fue donde todo comenzó a ir de mal en peor, ya no era solamente daño psicológico, ahora comenzaba el daño físico. Comenzaban a tomarme como "pasa la bola", me empujaban de un lado a otro, estando en el suelo, me pateaban. Me gritaban cosas como "Maricón, muérete y hazle un favor al mundo", "Rata apestosa". Luego se iban, y me quedaba un buen rato escondido en el baño, a veces me pasaba lo que duraba parte de la mañana escondido en el baño, pero esas veces también eran las horas más difíciles en mi vida, llegaban unos cuantos y cerraban la puerta, unos se quedaban vigilando por si llegaba alguien y los encontrara en aquella situación, mientras que los otros me sujetaban y comenzaban a darme puñetazos en mi estomago. Entonces comencé a entrarme a un mundo de oscuridad, lleno de cosas oscuras, me gustaban las tendencias emo, llegué incluso a pensar en mi muerte, a planear mi propia muerte. Algo que nunca olvidaré es cuando el profesor que me daba educación física comenzó a hacerme acoso también, me decía cosas como "Ve a la cancha, que tienes que bajar esa grasa". Y todos comenzaban a reírse. En la clase de educación social, un día me echaron bello púbico en mi cabeza, esta vez no me quedé callado, pero hubiera preferido quedarme callado, porque fui a decirle al profesor y a él pareció no importarle, incluso entre risas, me dijo: "¿Y qué quieres que yo haga? Ve, y pégales". No hice nada al respecto, sólo me fui a sentar en silencio y me puse a escribir muchas veces: "Odio esta maldita vida, me odio". Llenaba cuadernos escribiendo sobre las cosas que me dolían. En el último año antes de entrar a una carrera, comenzaba a faltar muchos días al colegio, incluso semanas. Ponía excusas a mis padres como: "Hay acto cívico, no haremos nada" o "Estoy enfermo". O cosas similares. Reprobé todas las materias, sólo aprobé educación musical con 60, siento que el profesor me ayudó al respecto. La única, las 11 restantes, reprobadas. La humillación que me hizo pasar el profesor de educación física para la recuperación: poniéndome a correr en toda la escuela, mientras los demás se reían de mí. Yo ya no quería nada, ya no esperaba tampoco nada de la vida. Sólo eran días más en mi vida, días que me hubiese gustado no tener en común con otras personas. Creí que la historia había terminado ahí, pero continuó después. Y así se fueron escribiendo páginas de ese tipo en mi vida. Llegué a escribir una carta de suicidio, donde confesaba todo y el odio que tenía hacia la sociedad, el rencor conmigo mismo por sentirme diferente, tenía puesto el nudo en mi garganta, a punto de tener los pies sobre el aire, pero fui cobarde (al menos eso pensé en ese preciso momento), no lo hice. Me puse a llorar como aquel que ya no espera nada de nadie, ni siquiera de sí mismo. Luego comencé a hacerme daño a mí mismo. Quemé la carta. Tengo cicatrices en mis brazos que me recuerdan que lo vivido fue real.El pasado fue real. El dolor fue real. Odié ser diferente al resto, odié la idea de ser raro, me odié por ser quien soy. Odié a muchas personas y deseé mi propia muerte. Lo único que me mantenía de pie era saber hasta dónde llegaría en esta vida. Soy ambicioso cuando a eso se refiere, me gusta ambicionar la libertad, el sentirme tan libre donde no necesite alas para volar, solamente imaginación. Amaba mis sueños, eran mi fuerza y los que me mantenían de pie. Ahora entiendo que ser raro es una virtud, que muchos quieren aparentar serlo, pero hay una enorme diferencia entre ser raro y sentirse raro. Yo me siento raro, me he sentido así durante toda mi vida, antes lloraba por ello, pero ahora es lo que me hace salir adelante. Ahora sigo luchando con y por mis sueños americanos. La imaginación, mis dedos y mi voz son mis alas.
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Benjamin Griss (El chico del ayer)
RandomEs un libro con la recopilación de escritos de Benjamin Griss, un joven talentoso de Guatemala. Quién escribió cuando algo comenzó a dolerle, es decir , desde que tiene uso de memoria. Hoy se lo conoce cómo un soñador, cómo quién no se guardo su...