Se nos había hecho tarde y ya no sabíamos para dónde jalar, ya no sabíamos para dónde ir, no teníamos una dirección estable, ni un hogar donde recostar la cabeza en las piernas de alguien. El despertador sonó y nos dimos cuenta de que era septiembre, que el tiempo pasó por encima de nosotros, dándonos patadas y dándonos los peores portazos contra el calendario, contra la vida. Por un segundo olvidamos que no necesitamos tener alas para volar, lo único que necesitamos es tener a alguien tomándonos de la mano y elevándonos al cielo. Lo duro fue cuando decidió soltarme, caí en caída libre, con fuerza y con velocidad, quebrándome cada hueso. Últimamente entiendo la letra de las canciones. Y duelen, duelen mucho. Me doy cuenta de que siempre dolieron, aunque antes lo hacían de distinta forma: en silencio. No sé cuánto tiempo nos tomará cosernos las esperanzas, pero todavía hay una vela encendida para pedir un deseo. Era septiembre y no llovía, las nubes retenían el agua y estaban a punto de explotar. Como cuando está a punto de llover, pero no llueve. Así me sentía. Con esa impotencia y esa presión en el pecho.
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Benjamin Griss (El chico del ayer)
RandomEs un libro con la recopilación de escritos de Benjamin Griss, un joven talentoso de Guatemala. Quién escribió cuando algo comenzó a dolerle, es decir , desde que tiene uso de memoria. Hoy se lo conoce cómo un soñador, cómo quién no se guardo su...