Labios

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  Hay finales que, a pesar de todo, terminan siendo un principio. Ella era un final que me sabía al más precioso punto de reencuentro entre dos personas que se necesitan con una gran fuerza y necesidad. Peleábamos y nos reconciliábamos segundos después; discutíamos, pero un beso era nuestro callabocas favorito. Era el que siempre le callaba la boca cuando estaba enfadaba, luego ella me decía "imbécil" y me sonreía. Nuestro pasatiempo era quedarnos fijos, esperando a ver quien perdía riendo, a mí me encantaba hacerla reír, sacarle sus mayores carcajadas. Su voz me causaba un orgasmo en mí. Tenía la más bonita de las pestañas, eran largas y negras, sus ojeras eran su complemento perfecto. Yo sólo quería decirles que me sé de memoria todas sus cicatrices, me las memoricé un 14 de marzo, donde estábamos viendo el mar y mirábamos las dos partes de una puesta de sol: la triste y la bonita. Escuchábamos a las olas chocando contra las rocas. Nos encantaba escuchar el viento queriéndose llevar a las palmeras consigo. Siempre que se lanzaba a mí con un beso me hacía un poquito más adicto a ella, su boca le sabía a cereza. A veces se ponía de carmín los labios y se los mordía, me provocaba la mayor parte del tiempo. Llegué a poner en duda la carnosidad de sus labios, siempre tuve la teoría de que eran nubes invitándome a morderlas. Y a mí siempre me ha dado por querer comerme el cielo.  

Benjamin Griss (El chico del ayer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora