Ahí estaba, solo, frío de cuerpo entero, pero, de pronto, una cálida brisa me abrigó. Y me eché a llorar en pleno diciembre. Las hojas caían y olía a "te echo de menos". Veía cómo el tiempo pasaba y con él se iba quedando atrás lo que un día soñé, esa isla desierta de la que tanto habíamos hablado, que incluso teníamos un mapa donde los piratas escarbasen tu sonrisa, y que se iluminaran en las noches de naufragio. Que fueses un poquito sol por las frías madrugadas de septiembre. Yo deseé muchas cosas mientras te tenía aquí, por ejemplo, quise que tu risa fuese mi alarma de despertador todas las mañanas. Si te confieso algo, yo, más que desear que durmieses conmigo, soñaba que amanecieses a mi lado. Y ver que, después de muchas noches duras, aún quedan amaneceres para los solitarios. Que se nos hiciese tarde para llegar a cualquier lado por quedarnos un poquito cerca uno del otro. Que los trenes no pasasen sino haciendo ruido como despidiéndose. Ahora reclamo a los cuatro vientos, que ojalá los siete mares no nos hubiesen separado. Que el viento nos hubiese soplado hacia el sur, hacia donde hace calor; y no hacia el norte, donde nos hemos perdido desde entonces. Parece que no nos encontraremos nuevamente, no habrá una segunda oportunidad para los que dejaron ir, frente a sus ojos, la primera. La importante. La primera impresión. Pensamos que a lo largo de nuestra vida nos encontraremos con varias oportunidades, pero no, solamente hay una, y debemos estar preparados para cuando se nos presente ésta. Te escribo con los dedos llorando, disculpándome con palabras que, luego, se convertirán en basura literaria. Quizás fallé yo, quizás mis manías fueron la chispa en una recámara llena de gas. Pero, cariño, a lo mejor fallé con mi forma de amarte. No debí ser tan así, tan de apegarme demasiado a alguien, porque, mientras te remendaba las alas, ya pensaba en lo bonito que sería verte volar en otro horizonte, en medio de un crepúsculo, en esos colores rojizos -como tu pelo-. En llamas. Nunca una historia de un ángel con un demonio ha terminado bien.
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Benjamin Griss (El chico del ayer)
AcakEs un libro con la recopilación de escritos de Benjamin Griss, un joven talentoso de Guatemala. Quién escribió cuando algo comenzó a dolerle, es decir , desde que tiene uso de memoria. Hoy se lo conoce cómo un soñador, cómo quién no se guardo su...