Hostilidad

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8

Pasaban los segundos y ninguno decía nada. El chico sólo se limitaba a mirarme, ahí arriba. Y yo estaba demasiado impactada para poder reaccionar. Sólo pude razonar que él era uno de los nuestros, un humano. Llevaba el mismo uniforme que nos hacían usar a todos, aunque algo gastado. Su cabello era rubio, con algunos mechones castaño claro asomándose a la luz. Sus ojos eran azules, más claros que los de mi mejor amiga y cualquier otra persona que haya conocido con ojos azules. Su tez era blanca y sus rasgos faciales eran finos. Su boca estaba en una línea derecha. Su entrecejo fruncido.

― ¿Tú hiciste eso? ― me animé a preguntarle. Mi voz sonaba indecisa y nerviosa. No sabía si por el shock o por la presencia del chico.

― Claro que lo hice. ―Respondió con voz hostil. ― ¿Quién más?

Entonces fue cuando miré alrededor y noté que era diferente. No había pinos, robles o arbustos. Había palmeras, bamboos, y pasto silvestre. Me incorporé poco a poco y pude pararme en el suelo.

― Sí, yo sólo...―sacudí la cabeza. El chico giró, sosteniéndose del árbol y bajó de él de un salto. ―Gracias.

― Claro. ― Respondió guardando su arco en su espalda.

― ¿Aquí es la zona selvática? ― Cuando hablé su mirada se dirigió a la mía.

― ¿No es obvio? ―Dijo señalando el exterior.

― Sí. Es sólo que yo estaba en el bosque y no recuerdo haber entrado a la selva. ―El alzó las cejas y bebió un trago de su agua.

― Bien pues, la selva comienza como a tres metros de aquí. Eres muy despistada. ―Algo en su rostro sin expresión me hacía intrigarme hacia él. ¿De dónde había salido?

― Y ¿cómo me encontraste? ¿Estabas por aqu...?― antes de que pudiera seguir hablando el dio la vuelta y comenzó a caminar hacia su derecha. Cómo si no le estuviera hablando. ―Hey, oye... Necesito tu ayuda. ―El no se inmutó y siguió caminando ignorando el hecho de que yo estaba atrás de él. ―Me imagino que debes ir a la Aldea. Ya va a oscurecer y yo no sé cómo llegar, yo...

― Eso es una lástima, niñita ―su voz apenas se escuchó.

― No soy una niñita― tenía que abrirme paso por las hojas que se cernían sobre nosotros. Y él lo hacía parecer muy fácil pero las ramas eran pesadas. ―Y ¿siquiera podrías prestarme atención y no ignorarme?

El chico dio la vuelta en seco y yo casi me estampo sobre él. ―No voy a llevarte a la aldea, niñita.

― ¿Por qué no? ―Contesté irritada por su mala educación. ― ¡Acabas de salvarme!

― No es algo por lo que tengas que sentir que yo tengo el deber de hacer lo que tú quieras. ―Sus ojos azules perforaban los míos. Así como mi dignidad.

― Lo sé pero... Sólo quiero que me ayudes a llegar, soy nueva. Tú también irás ahí, no es como si fuera un gran trabajo.

― ¿Quién te asegura que yo voy a ese lugar? ― Yo lo miré confundida. Todos los marcados vivían ahí, me lo habían dicho. Estaba a punto de contestar pero él me interrumpió. ―Vete de aquí, y déjame en paz. No suelo salvar la vida de ustedes, y ahora recordé por qué. Piérdete niña. ―Dicho esto, dio la vuelta y se fue. Pero yo aun no me daba por vencida.

― Por favor, solo ayúdame a llegar. ¡Moriré si no llego allá! ― El chico suspiró pesadamente.

― No lo harás. Vi tus saltos. Estarás bien.

― Pero yo... espera. ¿Tú viste a ese animal atacarme? ―El giró, mirándome con una ceja en alto. ― ¡Tu lo viste todo y decidiste no actuar hasta que el animal estaba a punto de matarme!

― Ya te lo dije niña. Yo no salvo a los marcados. ―Mi cara se llenó de calor. Estaba irritada y enojada.

― Me llamo Dian. No "niña".

― No me interesa como te llames. Sólo desaparece. No me hagas arrepentirme de haberte salvado. ―Su comentario me dejó plantada en el suelo. ¿Cómo podía ser tan grosero?

No me conocía, no podía comportarse así conmigo. Además no le pedía mucho. Y era cierto que moriría si no llegaba a la Aldea al anochecer. Lo cual era pronto, pues miré el cielo y encontré los tonos de la noche filtrándose entre el azul cielo. ¿El no quería ayudarme? Bien. No me quedaría de brazos cruzados esperando la muerte.

Esperé a que él se alejara unos metros de mi vista y comencé a andar detrás de él, sigilosamente para no ser descubierta. Sabía que se dirigía hacia allá. Sólo necesitaba seguir su paso y él jamás lo sabría.

*

Dos horas habían pasado desde que seguía al chico del arco. La noche ya estaba sobre nosotros y aún no llegábamos a la Aldea. Lo seguía a la distancia, escondiéndome entre las hojas cuando el escuchaba algo. Sólo lo vi cazar tres monos y arrancarles la piel. También fue a un arroyo cuando nos adentramos al bosque otra vez.

Y cuando todo estuvo oscuro y sólo se escuchaban los grillos, él se acerco a una cueva pequeña, comenzó a hacer trampas alrededor y se adentró en ella tapando la entrada con una gran roca. Me acerqué con el pulso latiendo fuerte debajo de mis orejas. Él no iba a pasar la noche ahí, ¿cierto?

"No seas estúpida Dian, claro que lo hará" me gritó mi subconsciente. Entonces el pánico me inundó. Porque sabía que no podía regresar por mí misma. No sabía el camino y me arriesgaba a andar sola con sabe que animales nocturnos.

Antes de poder detenerlas, las lágrimas salieron solas. Exhalé fuertemente tratando de pensar con claridad. Tendría que pasar la noche aquí.

Me senté con las piernas cruzadas y me recargué en la enorme piedra.

Estúpido chico del arco con su estúpido ego.

Abracé mis piernas en busca de algo de calor. No quería dormir, si algo se acercaba yo podía morir.

Después de varias horas la temperatura bajó y ya nada parecía mantenerme en calor. Intenté dar muchos saltos. Intenté hacer una fogata pero nunca me salían, y esta vez no fue la excepción. Incluso antes de seguir intentando mantener mi cuerpo caliente, mis articulaciones se engarrotaron y no podía moverme. Esto era peor que cualquier sensación de muerte. Sentía cada órgano dentro de mí gritando por un poco de calor. Mis dientes castañeaban y mis dedos dolían. Sentía que el aire me faltaba. Pero me rehusaba a cerrar los ojos. No iba a morir hoy, no así.

Marked. | fanfic. (libro ahora disponible en amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora