Sentimientos.

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― Niall, ¿cuántos años tienes? ―El rubio volteó hacia mí y me miró de manera exasperada.

― Dieciocho, niña. ―Siguió caminando y yo seguí detrás de él.

― Deja de llamarme niña. ―Repliqué girando los ojos. ― Claro que tienes dieciocho. Todo el mundo aquí tiene esa edad. Me refiero a que si estuvieras aún en el planeta donde nos refugiamos, ¿qué edad tendrías?

― Veinticuatro. ―Dijo con un suspiro.

― Wow. ―Sólo me limité a decir.

― Bien, en vista de que no te callas tendré que explicarte esto. ―El chico se detuvo y me miró bajo sus pestañas. ― Estamos en el área número tres del bosque. Eso significa que tendremos que atravesar las dos áreas selváticas y las otras dos de bosque para llegar a la Aldea.

― ¿Hay más de un área de cada tipo? Eso no me lo dijeron. ―Dije haciendo una mueca confundida.

― Claro que no. Te he dicho que no confíes en lo que te dicen en la Aldea. Y hay cinco áreas de cada una.

― Bueno, ¿cuánto tardaremos en llegar? ―Él siguió andando y yo lo seguí.

― Una semana.

― ¿¡Qué!? ¿¡Tanto!? ―él rio.

― Sí. ―Sacudí la cabeza de forma negativa y seguí caminando junto a él. ― Está por oscurecer en una hora. Busquemos una cueva.

No tardamos mucho en encontrar un pequeño refugio donde cupiéramos fácilmente los dos. Niall fue a buscar troncos para crear una fogata y así pudimos mantenernos templados hasta que ambos caímos en un sueño profundo.

Nos esperaba un largo camino por recorrer en los próximos días.

*

Cuando desperté Niall no estaba, pero no tardó mucho en llegar con pescados y por eso mismo volvió a hacer una fogata para poder asarlos un poco.

Me contó la historia de cómo los atrapó mientras comíamos, y yo fingí no estar impresionada por sus habilidades de caza. Siempre deseé poder hacerlo como mis amigos en el Fuerte.

Ellos eran buenos en cazar, correr, atacar, disparar y yo... bueno, yo era yo.

― ¿Por qué estás tan seria? ― Mencionó sin importancia Niall mientras fruncía el ceño.

― Yo... ah, no. No lo estoy. ―Dije tratando de fingir una sonrisa la cual quedó en una mueca rara.

― Regularmente estás todo el tiempo hablando y te callaste de un momento a otro.

― Oh, sólo me preguntaba, ¿por qué Niall me odia tanto? ¿Por qué no puede dejar su tono hostil y duro conmigo? ―Él me miró con la misma expresión fría. Cómo si mi comentario no hubiera causado nada en él.

― Eres más torpe de lo que pensé. ―Entrecerré los ojos y los sentí picarme. Así que sólo giré y me senté dándole la espalda. No quería que me viera llorar.

Y no era totalmente por lo que me había dicho. Estaba mal. Extrañaba a mis amigos y a mis padres. Extrañaba mi vida. ¿Y esto chico sólo aparecía con su ceño fruncido y sus palabras groseras? Quería irme. Quería morir.

Sin quererlo un sollozo se escapó de mis labios y tapé mi boca con rapidez para silenciarme a mí misma, pero eso no evitó que las lágrimas siguieran saliendo descontroladamente.

― Dian... ― Escuché la voz de Niall en un tono duro pero un poco más comprensible.

― Déjame. ― Sólo pronuncié tratando de que la voz no me fallara. Pero la que falló fui yo, porque salió completamente quebrada.

― Hey, no... no llores. ―Sentí su mano en mi hombro y me puse de pie de inmediato saliendo de la cueva.

Estaba demasiado enojada y triste para hablar con él y terminar doblemente humillada.

Caminé a paso rápido y firme pues no quería que él me siguiera y echara todo a perder. Sólo me adentré a un espacio del bosque cerca de la cueva. Podría regresar cuando todo pasara. Si es que antes no me atacaba un animal y moría, era importante recordar eso.

Sólo me senté en cuclillas y lloré. Lloré hasta quedar casi vacía.

Cuando terminé me levanté y sequé las lágrimas y enseguida sentí una punzada en la cabeza. Odiaba llorar tanto, pero necesitaba desahogarme.

Pero cuando me levanté, noté que enfrente de mí había un desnivel de tierra no tan profundo, y ahí abajo, había un árbol con manzanas. Manzanas reales. Sonreí de inmediato y giré para volver a la cueva. Cuando lo hice, vi a Niall enfrente de mí a unos dos metros recargado en un árbol. Su mirada era diferente, por primera vez no era dura ni hostil. Sus cejas no estaban fruncidas, al contrario estaban alzadas y su semblante reflejaba sólo una cosa: pena.

― ¿Cuánto llevas ahí? ―Pregunté en un susurro.

― Tiempo. ―Contestó de la misma manera serena.

Por alguna razón yo no podía sostener su mirada, la cual gritaba arrepentimiento.

Marked. | fanfic. (libro ahora disponible en amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora