Experimentos.

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― Pero eso es imposible a menos que... ―él me miró confundido. ― Eres tú. Eres Niall Horan.

Su mirada mostró más confusión pero después volvió a su hostilidad. ― Vaya. Veo que siguen hablando de mí.

― Sí. Todos creen que estás muerto. ―El dirigió su mirada a otro lugar.

― Mejor que crean eso. No los quiero cerca de mí. ―Giró y comenzó a caminar dejándome atrás.

― ¿Pero por qué? ― Me animé a preguntar.

― Ellos no son como aparentan, niña. Son falsos y sólo quieren su beneficio propio. ― Alcancé su paso manteniéndome firme.

― Pero eso es ridículo. ¿Por qué habrían formado un refugio de marcados si así fuera?

― Aún no entiendes muchas cosas. Eres nueva. ―Contestó fríamente.

― Bien. Entiendo eso. ―Él no dijo nada más así que decidí seguir yo. ― ¿Cómo demonios lograste sobrevivir? Es decir, todo aquí es letal.

― Concentración. Eso es todo. Ah, y se necesita ser bueno en las armas. ―Me miró por debajo de sus pestañas y sentí la indirecta.

― Sí, lo sé. Soy mala. No hay necesidad de que me lo recuerdes cada hora. ―Rodé los ojos.

― Lo sé. Pero me gusta hacerte enfadar. ― Contestó con una risa.

― Como sea. Aún así me parece difícil sobrevivir sin la Aldea. Es decir, sin un lugar seguro donde dormir, duchas, comedores...

― Te acabo de demostrar que no es necesario todo eso. ―Él tenía un punto. ―La ducha que acabas de tomar fue buena, ¿no? Relajante.

― Sí. ―Susurré.

― Claro que hacen falta cosas diarias como algo de jabón o un poco de fragancia. Pero eso sería mucho pedir.

―En realidad no. Aquí puedes obtener cosas así. ―Niall se detuvo y me observó curioso.

― ¿A qué te refieres?

― Nuestros antepasados fabricaban jabones, fragancias y perfumes con flores y plantas. Todo natural.

― Pero eso fue hace siglos niña. ―Continuó caminando y yo lo seguí.

― ¿Y? Yo sé cómo hacerlos. ―El se detuvo en seco de nuevo y me miró ahora con un rastro de diversión en la mirada.

― ¿Eso es cierto? ― Yo asentí. ― Pruébalo.

― Bien. Llévame por mis armas y después regresemos al lago. Ahí te lo mostraré.

Cuando estuvimos de vuelta en el laguito, Niall seguía sin creerme. Era cierto que era casi imposible hacer un extracto en el bosque sin electricidad. Pero yo sabía hacerlo a la antigua.

― Sólo necesito un poco de agua, y si pudieras hacerme una pequeña fogata, te lo agradecería. ― Niall alzó las cejas sorprendido.

― ¿Y para qué me hiciste traer este coco? ―Preguntó alzándolo en su mano.

― Sólo dámelo y haz el fuego. Lo verás. ― Él hizo lo que le pedí mientras yo cortaba algunas flores que encontré cerca.

Cuando el fuego estuvo listo, le pedí que hiciera una base con ramas alrededor de este, para poder colocar el coco encima del fuego sin ser quemado. Con el cuchillo agujereé el coco y lo llené de agua. Arranqué los pétalos de las flores y las deposité dentro del coco con agua. Lo coloqué sobre el fuego.

― Con esta rama hueca, ―dije mientras la colocaba en el coco―, el agua subirá por ella expulsando la fragancia en este recipiente. ―Al término de la rama, coloqué la tapadera de mi termo de agua.

― ¿Eso es todo? ―Preguntó el rubio. Yo asentí. ― ¿Cómo cuánto tardará?

― No lo sé. Una hora o una hora y media.

― Apuesto a que no funcionará. ―Yo rodé los ojos.

― Sólo espera. ―Dije sonriendo.

― ¿Y qué se supone que hagamos mientras? ―Preguntó algo irritado.

― No lo sé. Charlar. ―Él rió.

― Tu eres buena para eso, no yo. Es más, pareciera que te pagan por nunca callarte. ―Cerré los ojos frustrada. Tratando de que su comentario no me enfureciera.

― ¿Puedes decirme que hice para que me odies tanto? ― Él rió.

― No te odio. Sólo me gusta verte molesta. ―Solté un bufido y me recargué en un tronco.

― Me alegra saber que te divierto. ―Dije con sarcasmo.

― ¿Quién te enseñó a hacer esto? ― Giré mi cabeza para verlo. Me sorprendía que no hubiese seguido con la burla.

― Mi padre. Él hacía jabones y perfumes. ―Él se acercó a mí y se recargó en el árbol al lado mío.

― ¿Y por qué ya no lo hace? ―Por un segundo lo miré confundida. ¿Primero me decía que hablaba demasiado y ahora quería saber de mí?

― Cuando... Cuando mi hermana mayor se fue al fuerte, él no pudo soportarlo y, y enfermó. ―Levanté los hombros. Él se quedó callado. ―Lloraba todos los días, dormía en el cuarto de ella y simplemente dejó de hacer todo lo que le gustaba hasta que perdió la razón.

― Eso es terrible.―susurró.

― Sí. Y ¿sabes que es lo que me pone mal? ― Él me miró prestando atención.― Que no sé como esté tomando que yo me haya ido también. Y mi madre lidiando con él sola.

Guardé silencio y ninguno de los dos dijo nada. Sólo se escuchaban nuestras respiraciones.

― Así que tú hermana también era una marcada. ―Dijo después de minutos. Yo asentí.

― Hace tres años la enviaron al Fuerte. Supongo que ella ya no está...

― Sí. Te entiendo. ―Miré los ojos del rubio y por primera vez vi un rasgo de comprensión.

― Gracias.

Marked. | fanfic. (libro ahora disponible en amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora