Se van

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Leo

Sus palabras me dejaron helado, ¿Ella quería me fuera?, me sentía algo Estupido, tenía mi pelo desarreglado por las manos de ella, mis labios hinchados, un nudo en mi garganta, mi corbata floja, me respiración agitada y mi cuerpo deseoso por más de ella y ella me decía que tenía que irme.

-No quiero.-dije con un gran peso en mi garganta y sin soltarla.

-La carta de Lucy me hizo entender que eres el mejor hombre del mundo y el mejor hombre del mundo merece este con la mejor mujer del mundo y esa no soy yo, ella decía que no debía dejarte ir, pero creo que es lo mejor.-dijo aún aferrada a mi cuello.

-Tu eres MI mejor mujer del mundo.-dije en tono suplica.

Ella empezó a hacer círculos con su pulgar en mi mejilla, mientras me miraba con mirada triste.

-Solo....solo vámonos al hotel Sara, te lo suplico.-dije acercando más su cara a la mía.-Veremos qué hacer después.

Ella trago fuertemente y asintió débilmente con la cabeza.

Empezamos a caminar de la mano hacia el hotel de la mano.

-No quise que los policías investigarán.-dijo cortando el silencio.

-¿Sobre quién la asesinó?.-dije tratando de verla a los ojos.

-Si, no quiero, quiero salir de esto, ella ya se fue de este mundo y no soy muy creyente, no sé adónde se supone que está, pero sé que la única manera que tuvo para liberarse de todo fue morir y estoy feliz ¿Sabes?, estoy en paz, es mi hermana, la voy a extrañar, pero la vida sigue y ella lo que menos querría es que me quedara estancada, llore lo que tuve que llorar, ahora solo me resta retirarme y rogar por qué en donde sea que esté sea feliz con mi sobrino.-dijo sonriendo de boca cerrada, admiraba su valentía, su fuerza.

Le sonreí y le di un beso en la frente.

-Siempre tendrás un ángel que te cuide y te observe.-dije sonriendo.

-Ahora que lo pienso no quiero que me mire acostarme contigo.-dijo con las mejillas rojas, solté una carcajada ante el comentario.

-Tienes poco respeto con los difuntos.-dije negando con la cabeza.

-Muchos pensaran eso, lo que no entienden es lo que  Dumbledore dijo: No tenemos que tener pena por los muertos, sino por los vivos.

Llegamos al hotel, subimos en el ascensor a nuestra habitación.

Cerré la puerta detrás de nosotros.

Sara

Leo cerró la puerta detrás de nosotros.

Me giré para verlo, con su corbata torcida, su pelo desarreglado, sus ojos cansados y sus labios hinchados, seguía viéndose jodidamente sexy.

Abrió sus brazos, me saque los tacones en un movimiento y me acerqué a él.

Rodeó su cuello con mis brazos y respire su aroma, su cuerpo caliente, calentaba el mío.

Pase mis labios rozando levemente su cuello, pude sentir cómo se tensaba y su piel se erizaba, automáticamente sus manos buscaron mi cierre y lo bajó, mi vestido salió como por arte de magia.

Termine de soltar su corbata y desabroche su camisa, sus labios buscaron los míos, pero querida torturarlo unos minutos así que no lo deje besarme y bese su cuello, un gemido salió de sus labios.

No pregunten como, pero en menos de cinco minutos toda nuestra ropa estaba en el piso.

Las sabanas heladas y el calor de nuestros cuerpos hacia que la piel se me erizara, el roce con roce de piel hacia que gimiera sobre sus labios.

Suelta tus guantes, nenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora