Capítulo V

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- ¿Loor? Al frente.

Melissa se pone de pie persignándose discretamente y camina al pizarrón. Miss María Elena la mira con ojos cansados y labios tensos, pensando quién sabe qué.

- ¡Camine más rápido que nos alcanza el recreo!

La profesora sostiene un libro de matemáticas tan grueso que es el principal causante del dolor de mi espalda.

- Anote: equis elevado al cubo...

Es martes, uno de los peores días de la semana. Hoy toca matemáticas con esta docente que carece de sonrisa y se la pasa gritándonos. Nadie la quiere, nadie le habla en modo amistoso porque ella no lo permite. Nos asusta. Es la única maestra que nos mantiene calladas sin pedírnoslo, es tanto el miedo que infunde que en las 36 cabezas del salón el único pensamiento existente es: "Dios por favor que suene el timbre".

- Ya me quiero ir Alida. – Susurra Paula – No entiendo nada ¡¿Qué es lo que hace para sacar ese resultado?!

Paula es mi compañera de asiento y una de mis amigas más cercanas. Lo más característico de ella es su cabello negro lacio que le llega debajo de la cintura y sus ojos grandes con largas pestañas negras.

- Yo tampoco entiendo. – Copio rápidamente lo que sea que está escrito en la pizarra, más tarde, en casa lo leeré hasta entenderlo. – No sé qué voy a hacer si me toca salir.

- Yo pienso desmayarme, así me llevarán a la enfermería. – Ríe.

- Si me llama me pegas en la nariz para que sangre.

- ¿Eso no puede resolver señorita Loor? – Nuestras risas mueren enseguida - ¿Cómo piensa graduarse? Claro ya están pensando en la fiesta, en las fotos de la graduación, en el vestido, en los regalos ¡Deberían pensar en cómo pasar mi materia, que de por sí algunas ya están para supletorio!

Nos mira a todas y solo nos queda esperar a que diga la frase de siempre... Aquí viene:

- ¡En la puerta del horno se quema el pan! – Puedo ver algunas sonrisas en la cara de mis amigas – Ya veo a algunas cancelando la fiesta de graduación porque se quedaron supletorio y no se graduaron con el resto...

Se coloca de nuevo los lentes y lee la lista. Los 36 cuerpos se tensan y yo repito en voz baja: yo no, yo no, yo no tan rápido como se reza un rosario.

- ¡Stone! - ¡¿Por qué?! - ¿Si vino?

Me levanto y en el primer paso que doy choco con mi escritorio haciendo un tremendo estruendo.

- Ah, sí vino. – Dice sin mirarme, me ha reconocido por el ruido de la mesa.

Me dicta un ejercicio tan largo que casi llego al otro extremo de la pizarra. Trago saliva y comienzo por las partes donde existen números y no letras.

- Primero resuelva lo que está en los paréntesis... - Borro lo que escribí - ¡No! ¿Por qué borra si está bien? – Nerviosa me detengo y comienzo a escribir lo que antes había – Haga primero lo de los paréntesis ¡Ay niña!

Me arrebata el marcador y corrige algunas partes. Siento el palpitar de mi corazón en las mejillas y a la vez, las manos frías. Creo que este miedo puede acercarse al que siento por el fantasma del chico pálido.

Continúo y me detengo en una sencilla operación: 8x6. Sé la respuesta pero estoy tan nerviosa que no recuerdo ¡Oh por Dios! ¡¿Cuánto es 8x6?! ¿36? No, ese es 6x6, no, no, no, no...

- ¿Cuánto es 8x6 señorita Stone?

El marcador tiembla en mi mano dejando garabatos negros el donde se supone debe estar la respuesta. ¡No recuerdo! Intento calmarme y pensar con claridad pero su voz me distrae y sus burlas me hacen sentir como una hormiga.

La vida de AlidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora