Capítulo XXVII

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¿Cuándo fue la última vez que actualicé? 

Si no lo recuerdo es porque fue hace ya mucho tiempo. 

Lo siento :( en verdad ¿Qué les puedo decir? La universidad, las exposiciones, salidas, falta de inspiración... Todo eso no me dejaban escribir, peeeero ¡He aquí un nuevo capítulo! :)

Espero que disfruten y voten por favor. Si les gusta la historia ¡Por favor compartanla o cuenten a sus amigos! Para que así más gente la conozca.

psdt: Ya mismo se acaba, creo sólo faltaría un capítulo más y el epílogo :')


***


- ¿Me-metástasis...?

Mi agarre a mi madre pierde fuerzas, como si una fuerza me halara hacia el suelo.

- ¿Qué? No... - Murmuro, atrapada en la etapa de negación – No puede ser eso mamá... Mi abuela era muy ¡Sana!

No recibo respuesta por parte de mi madre, claro que no, pues los sollozos no le permiten articular palabra. Recupero las fuerzas y vuelvo a abrazarla pero esta vez más fuerte, como si con nuestro contacto pudiera trasmitirle la energía que le falta.

- Debe haber algo que...

- No-o Alida...

- O alguien que... - Un nombre aparece en mi mente - ¡María!

Al pronunciar aquel nombre, mi madre levanta su cabeza. Me topo con sus enrojecidos ojos, que reflejan tristeza pero que ahora también reflejan una diminuta chispa de esperanza.

- ¿Qué... podría hacer María?

- No... no lo sé pero... – Acaricio sus mejillas buscando consolarla – Mi abuela me dijo que con... con lo que nos contó podemos cerrar el portal con ayuda de Mar...

- ¡Alida lo menos que me importa ahora es cerrar el bendito portal! – Grita - ¿Si me escuchaste? ¡Tu abuela va a...!

- Lo siento, perdón.

La abrazo antes de que pronuncie la temible palabra.

Esa no era mi idea, claramente mi madre no me había entendido bien o yo no había sido clara. Sin embargo, lo dejé pasar; este era un momento difícil para las dos y lo menos que debía estar haciendo era atosigar a mi madre. Así que apreté los dientes y me propuse una nueva meta: Convertirme en una roca, en un pilar seguro donde mi madre pudiera llorar y ser consolada.

Luego de una larga espera, finalmente los camilleros trajeron a mi abuela. Ella estaba dormida, con sus brazos cruzados sobre su abdomen, adoptando su usual pose para dormir. Nos comunicaron que tuvo que ser sedada debido a los fuertes dolores que el cáncer le provocaba.

Cáncer.

El sueño premonitorio de mi madre se ha cumplido al igual que mi sueño en donde corro por este mismo hospital... me pregunto si... ¿Mi abuela habrá soñado con su enfermedad? ¿O con la revelación de su acto de hechicería?

Cerca de las once de la noche, Adam regresa a la habitación. Se sienta a mi lado y me ofrece un sánduche y un café.

- No has comido Alida – Habla – Por favor hazlo, no quiero que vuelvas a desmayarte.

Tiene razón. A pesar de que mi estómago está cerrado, logro tragar pequeños bocados del sánduche de pollo. La señora Julia le ofrece la misma comida a mi madre y me alivia ver que ella lo acepta y come.

La vida de AlidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora