Capítulo XII

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¡Hola! Hoola

Lo sé, me demoro mucho en subir capítulos :( lo siento

Este cap es pequeño pero en verdad, espero que disfruten :) si les gusta la historia no duden en compartirla, en contarles a sus amigos y ayudar a crecer mi historia

Por cierto ¡La vida de Alida ya superó las primeras 100 leídas! :D ¡Ahhh! Gracias <3


***

- Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo...

- Danos la paz.

- ¿Alida estás bien?

- Que sí mamá.

No sé qué cara he de tener como para que mi madre repita la misma pregunta cada minuto. Quiero irme, pero si me paro y me largo en medio de la misa, recibiré miradas reprobatorias por parte de las señoras y, especialmente, del dedicado cura.

Mi madre sostiene mi mano y la aprieta, dejándomela roja momentáneamente.

- Reza Alida, reza con toda tu fe. Pide a Dios que te ayude, pídele que todo esto se acabe ya.

Su voz se quiebra al final. Volteo, para evitar soltar más lágrimas, y fijo mi mirada en una pequeña niña que juega con el papel dominical. Cierro los ojos, refugiándome en la oscuridad. Comienzo a hablar, a pedir lo que mi madre dice; pero siento que mis peticiones no tienen lugar o ser al cual llegar. Inmediatamente recuerdo la clase de religión en la que me sentí vulnerable frente a mis compañeras.

De todas formas continúo con mi súplica, quiero ser normal; o bueno, algo cerca de lo convencional. Quisiera volver a tener mis sueños premonitorios en lugar de este tormento con el alma de Abel.

La misa transcurre lentamente entre rezos y sacudidas de mano de paz. Finalmente recibimos la bendición y nos vamos, pasando por un mar de gente en donde abundan viejitas. Mi abuela no ha querido venir, diciendo que no le gusta estar entre tanta gente. No tenía planeado venir pero estoy aquí ya que estar en casa me produce malestar. Siento que mi hogar está impregnado de la esencia de Abel.

Caminamos de vuelta a casa, abrazadas. La mañana está helada.

Mi madre llama por su celular con la esperanza de que María conteste esta vez.

- ¿Y?

- No contesta ¿Habrá salido?

- Posiblemente.

- No quiero verte así mi amor ¿Llamo a Adam para que venga?

- Debe tener trabajos que hacer.

- Ay Alida él los dejaría por venir.

Su comentario me hace sonreír por primera vez ese domingo.

- Entonces ¿Lo llamo?

Guau... doy tanta lástima que hasta mi madre no sabe qué hacer y recurre a Adam para que me reanime.

- Sí, quiero verlo.

Antes de ir a casa, mi madre me lleva hacia un mercado informal cerca de nuestra calle. Compra algunos vegetales y carne, mientras que como un yogurt con un pan, pero no logro terminar mi improvisado desayuno ya que la cabeza me duele como si la pata de un elefante estuviera aplastándola contra el cemento. No le digo nada a mi madre para no preocuparla, este dolor no es de ninguna enfermedad; aparece como consecuencia de las visiones. Al parecer uno no puede salir bien librado de ellas.

A unos pasos de nuestra cuadra, mi mamá hace un intento más de localizar a María. Nuestra vecina de al lado, la señora Rosa, se encuentra regando las plantas de su cerramiento. Es una mujer delgada, mucho mayor que mi madre, y se la pasa diciendo vale al final de cada oración. Vivió tres años en Barcelona y ya parece que ha nacido allá.

La vida de AlidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora