Capítulo XXVI

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Cuando bajé del auto del padre de Adam sólo podía pensar en una sola cosa:

Por favor Dios que mi abuela esté bien.

Apresuro el paso, empujando a varios vendedores ambulantes conglomerados en la entrada del hospital, más de uno me dirige miradas enojadas o palabras poco agradables que realmente no llegan a importarme.

- Alida espera...

- ¿Dónde está ella Adam? – Pregunto desesperada, mirando a todas partes en el recibidor.

- Mi madre está pidiendo información – Suspira – Tranquilízate por favor.

Me dejo abrazar por él, verdaderamente necesitada de tranquilidad. En mi cabeza aparece el rostro de mi abuela y al instante, mi rostro se contrae por el llanto.

A pesar del doloroso día que tuvimos, no quiero perder a mi abuela. No ahora, nunca.

Parpadeo repetidas veces en un intento por alejar las lágrimas. Mi vista se distrae con los colores blanco y verde de los uniformes de las enfermeras y médicos, el piso limpio de baldosas blancas en donde reposa una gran alfombra oscura con el logo del hospital. Inevitablemente me invade la sensación de conocer el lugar, de haber estado aquí antes pero eso es imposible, no he estado en hospitales últimamente.

- ¿Alida estás bien?

Adam me observa preocupado. Aún conmocionada solo logro asentir a su pregunta.

- Debemos ir al tercer piso – Anuncia la señora Julia, apareciendo detrás de nosotros – Ahí podemos preguntar en recepción por la habitación de tu abuela.

- Vamos por los ascensores – Hablo.

- ¿Dónde está papá?

- Parqueando el auto, luego se reunirá con nosotros. Mi vida tranquila – La señora Julia me abraza por los hombros y me da leves palmadas – Tu abuela estará bien.

Espero que tenga razón.

Nos dirigimos hacia los ascensores. Mi impaciencia aumenta con el demoro de esas cajas metálicas ¡¿Por qué tardan tanto?!

Al abrirse las puertas, esperaba que saliera un numeroso grupo de personas que justificaran la demora, pero en lugar de eso; únicamente salió un hombre. Caminó totalmente indiferente por nuestro lado y se perdió por entre el gentío. Era una persona común y corriente, sin nada relevante, pero su llamativo abrigo verde atrapó toda mi atención.

El abrigo verde de mi sueño...

Por pura inercia ingreso al ascensor junto a los demás con mi mente recordando todo detalle del sueño pasado. El viaje hacia el tercer piso pasa tan rápido que al abrirse las puertas, pego un brinco.

Soñé con esto, con la visita al hospital y...

- ¡Alida!

Me dirijo al primer pasillo con el que me encuentro, dejando atrás a los demás. Ignoro el llamado de Adam y troto buscando el cuarto número 13. Tomo un pasillo alterno donde están los números impares y me detengo bruscamente frente a la puerta cerrada del cuarto buscado. Toco la puerta sintiendo mi corazón palpitar rápidamente.

Mi madre aparece frente a mí y no tardo más de un segundo en abrazarla.

- ¿Cómo está...?

A través del cabello de mi madre logro ver a mi abuela. Está recostada sobre una estropeada camilla en medio del pequeño cuarto, usando una bata y mirándome con los ojos húmedos. Suelto una larga exhalación al verla despierta y aparentemente bien. Detrás de mí resuenan pasos contra la baldosas y en segundos, mi madre me suelta para intercambiar palabras con la señora Julia.

La vida de AlidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora