Capítulo VII

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¡Perdón que he estado desaparecida estos últimos días! Estaba de viaje :) pero hoy hay capítulo nuevo que espero reciba de su amor, votos y comentarios

¡Disfruten!

***


Las sesiones con María continúan durante el fin de semana, pero los resultados no han mejorado. Ni siquiera he logrado soñar como lo hice en la primera noche, no he soñado nada y esto ha desilusionado a María, la maestra espiritual. Sin embargo la pesadilla que tuve durante la misa, se volvió a repetir en la madrugada del domingo. Aquella vez me levanté gritando y pateando; con un ritmo cardíaco propio de un maratonista.

Mi madre fue quién me despertó y consoló mis sollozos.

Ahora intento con todas mis fuerzas no caer dormida en clase de biología, la mala noche del domingo me pasa factura. Tengo mucho sueño, mis ojos arden y cada vez que parpadeo me toma varios segundos volver a abrirlos.

- ¿Qué te sucede Alida? – me susurra Nicole - ¿Te trasnochaste?

Asiento con los ojos cerrados.

- De acuerdo clase guarden todo, vamos a hacer el examen semanal.

El maestro Edmundo pasa por entre las filas dejando una hoja blanca para cada alumna. Mueve su bigote de un lado a otro, creo que es un tic nervioso o algo así. Me entrega mi hoja y leo las preguntas.

No... No sé ninguna. Se supone que tendría que haber estudiado el fin de semana pero no lo hice por estar interactuando con mis otras vidas. Miro a mi alrededor y Dayanara me sonríe, alternando sus ojos entre mi hoja y la suya.

Hoy no Dayanara.

Desvío la mirada para buscar ayuda, pero lo único que recibo es una reprimenda de Edmundo quien me dice que mire mi hoja. Escribo mi nombre, sólo por escribir algo y leo y releo las preguntas como si la respuesta estuviera oculta en ellas. Cierro los ojos e intento recordar las clases pasadas pero en lugar de eso siento que caigo en el espiral del sueño. Me resisto pero dos segundos después vuelvo a caer en el espiral.

Estoy de pie en la plaza "Carolina". Reconozco el lugar de inmediato, esta plaza está en el centro de la ciudad. Miro al cielo y éste está despejado, tras de mí se levanta la iglesia de la plaza. Camino unos pasos dándome cuenta de mi soledad en aquel lugar. De pronto escucho un quejido de desconsuelo detrás de mí y es ahí cuando lo veo. Ahí está, no como una bestia ni como un ser extraño, mas bien como el chico pálido de ojos extremadamente azules y traje mojado. Nota que lo miro y vuelve a gemir con suma aflicción.

- ¡Angélica! – grita.

¿Quién?

Comienza a correr hacia mí, gritando varias veces el mismo nombre con el mismo tono apesadumbrado. Corro desesperadamente alejándome de él. Siento que no puedo estirar las piernas tanto como quisiera y esto hará que me alcance.

Repentinamente el escenario cambia y ahora estoy en mi cuadra, continúo corriendo y me dirijo a mi casa. Choco con la puerta cerrada y comienzo a golpearla tan fuerte como puedo.

- ¡¿Mamá?! ¡¿Abuela?! ¡Abran la puerta! ¡Mamá por favor!

Se está acercando, oigo con mayor claridad su dolor. Voy a la ventana y trato abrirla pero no puedo, busco piedras para romperla pero no hay ninguna. Corro a la casa de a lado y ocurre lo mismo, no puedo entrar.

Me va a alcanzar, me gritará, me hará llorar... ¡No por favor! ¡Por favor!

- ¡Señorita Stone!

La vida de AlidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora