Capítulo XVII

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- Gracias por su compra y ¡Feliz navidad!

Recibo la funda de dulces respondiéndole lo mismo. Tengo toda una familia de gomitas con formas de animales y algunos gusanos ácidos, también he escogido huevitos de chocolate porque son los favoritos de Adam.

Regreso a él y tomo su mano para irnos del centro comercial. Durante la última hora hemos estado caminando, dando vueltas por el mall, con el objetivo de bajar todos los rollos de sushi que hemos comido. Siento el sashimi llenando todo mi estómago.

Cuando nos aburrimos de ver las mismas tiendas, decidimos ir a caminar al parque cercano. Es un muy bonito, con muchas lomas y juegos infantiles. Tomamos asiento en un banco de madera ubicado debajo de un delgado arbolito de ramas cortas. Entre nosotros está la funda de dulces siendo atacada por nosotros dos.

- Escogiste los huevitos de chocolate. – Dice con una pequeña sonrisa.

- Por ti. – Agranda su sonrisa – Soy una novia atenta.

- Desde luego amor. – Se mete dos dulces a la boca – Serás una buena esposa para mí.

Como yegua enamorada, me acerco a él y me acurruco junto al hueco de su cuello. Pego una fuerte inhalada de su perfume, haciendo que él se mueva inquieto. Durante los primeros meses de nuestra relación, yo vivía en un mundo de pena y vergüenza en todo lo que se refería a él. No podía mirarlo a los ojos por más de dos segundos, o no lo abrazaba como quería por pena u olerlo como lo hago ahora.

Se aleja un poco de mí y me mira con la intención de decirme algo pero se detiene. Veo su rostro el cual se ha vuelto blanco como un papel. Sus ojos están fijos en algo detrás de mí. Volteo intrigada y es ahí cuando lo veo.

Abel está de pie junto a una farola, mirando con su enorme sonrisa.

Me enderezo por la corriente helada que atraviesa mi espalda. ¿Otra vez? No por favor ¡No! Creía que... Que lo había expulsado, no puede... ¡No!

Intento controlar mi expresión cuando volteo hacia Adam. Abro la boca, con intención de conversar sobre cualquier tema con tal de ignorar lo que veo, pero Adam se adelanta.

- ¿Tú también... lo puedes ver? – Susurra.

Por segunda vez en menos de un minuto, la sangre abandona mi cara. Lo miro y lo miro como si fuera la primera vez que lo conociera, tengo un gran número de preguntas en mi mente pero no puedo decir ninguna.

- Vámonos de aquí Alida.

En un movimiento rápido me toma del antebrazo y nos encamina hacia el parqueadero. Tropiezo un par de veces, ignorando las miradas de curiosidad que las personas nos dirigen. Nuestro comportamiento no es normal.

¿Adam lo puede ver también?

- Adam... - Lo llamo logrando que me vea, sin embargo no para de caminar - ¿Qué...? ¿Sabes lo que es...? Ese chico...

- Luego te cuento, vámonos por favor.

Nuestros pasos se alzan en el parqueadero. Son pasos rápidos y un poco torpes, Adam desbloquea su auto y nos adentramos rápidamente. Me siento con las manos en mis muslos y la respiración alterada tanto por la caminata como por el encuentro con el no vivo. Miro a Adam y lo encuentro con las manos en el volante, quieto, ni siquiera ha encendido el motor.

- Te sonará... algo tonto, especialmente viniendo de mí porque... – suelta una risa vacía, opaca – Soy creyente de la ciencia y no creo en lo que no puedo ver; pero... - Me mira totalmente serio – Creo que he estado viendo a este chico cuando duermo y estando despierto también.

La vida de AlidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora