Epílogo

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Creo fervientemente en que, a medida que creces y ganas años, la vida trascurre al doble de velocidad normal. Hay una enorme diferencia entre cómo percibía el tiempo a mis 10 años y cómo lo percibo ahora. En mi infancia, la espera a que sea navidad se me hacía eterna; los meses pasaban tan lentos al igual que un caracol perezoso. Sin embargo ahora los días pasan tan rápido que no me permiten vivirlos realmente, las horas parecen pasar de dos en dos, y en cuestión de segundos los lunes se convierten en domingos...

Es por eso que me parece imposible que haya vivido ya dos meses sin mi abuela. ¿Qué he hecho en ese tiempo? ¿Cómo...? ¿Cómo viví sin ella? ¿Qué ha ocurrido en esos 60 días?

Siendo sincera no recuerdo claramente las cosas que hice en esos meses ¿Salí de casa? ¿Qué ocurrió después del sepelio? ¿Recibí más visitas? Creo que sí, no lo sé, parece que no... Tal vez.

El único recuerdo que está impregnado en mi memoria es el vacío que se instaló en mi hogar, como si con la partida mi abuela se hubiera llevado el aroma de mi casa y ahora no existiera ese olor característico que me reconfortaba. Sé que no he sido la única que se ha dado cuenta de esto, mi madre ha llorado escondida en su habitación por días enteros.

Me pregunto si ella habrá notado que lleva llorando dos meses ¿El tiempo pasa igual de rápido, o incluso más para ella?

- Ya llegó. – Anuncia Adam.

- ¿Ya? – Miro sorprendida el reloj de la sala – Ah sí, ya son las 10.

Espero que esta distorsión del tiempo sea temporal. No quiero que mi vida pase así de rápido.

Mientras Adam se dirige a abrir la puerta, yo camino hacia el final del pasillo. Toco suavemente la puerta de madera negra y espero recibir una respuesta hablada en lugar de un gemido de llanto.

- ¿Mamá? María ya está aquí.

Del otro lado de la puerta se escucha movimiento seguido de una garganta aclarándose. Eso me basta para saber que mi madre ha llorado toda la mañana.

- Ya... ya salgo Alida.

Me remuevo inquieta. A pesar de que María dijo que era necesaria la presencia de todos los miembros que vivían en la casa, quiero que mi madre se quede en su cuarto, tranquila.

- O puedes quedarte aquí – Hablo – Si no te sientes dispuesta...

- No, No – De repente mi madre abre la puerta, encontrándonos cara a cara – No te preocupes mi amor, hoy me siento... un poquito mejor.

- ¿Segura?

Se la ve tan débil que pareciera que podría desmayarse en cualquier momento.

- Vamos.

Luego de una pequeña sonrisa, camina conmigo hacia la sala. María ha traído un bolso tejido con diseño de pajaritos volando, de el saca varios materiales que coloca sobre la mesa del comedor. Nos saluda y amablemente pregunta cómo estamos, claramente refiriéndose al deceso de mi abuela. Por un momento temo que esa simple pregunta rompa la serenidad de mi madre pero me sorprendo al verla contestar tranquilamente un "Estamos aprendiendo a vivir sin ella".

- Entonces ¿Estamos listos? ¿Podemos comenzar?

María nos mira a cada uno.

- ¿Hay problema en que me quede? – Pregunta Adam.

Me ha estado preguntando lo mismo toda esta semana y siempre le he contestado que no. Adam siente mucha curiosidad con respecto al tema del espiritismo y al enterarse de que hoy realizaríamos la ceremonia de cierre del portal, quiso estar presente.

La vida de AlidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora