Capítulo XXII

38 5 0
                                    

Día de la graduación

Al despertarme lo primero que hago es volver a cerrar fuertemente mis ojos.

Quiero regresar al sueño, por favor.

Permanezco en la misma posición por varios segundos, concentrada y esperando caer en el sueño. La casa está en silencio y mi habitación a oscuras, el espeso edredón cubre mi cuerpo perfectamente, todo en conjunto crea el ambiente ideal para que caiga en los brazos de Morfeo pero, como ya esperaba, eso no pasó.

¡Ahg!

Frustrada doy varias vueltas en mi cama, descargando mi ira con la inocente almohada.

Lo único que recuerdo del sueño son pequeños fragmentos, como si fueran el trailer de alguna película: Me vi a mí misma corriendo y, en otra escena, estaba encerrada y luego... luego estaba este abrigo verde...

¿Acaso era un sueño que compartí con Adam? Podría ser... de hecho puedo preguntarle si soñó algo similar.

Me estiro sobre la cama, alcanzando la mesita de noche y tomando mi celular. Al encenderlo, me sorprendo de la hora que es: 5:27 am. ¡Me he despertado muy temprano! Bueno, todos estos últimos días ha sido similar; supongo que sigo con el horario del colegio. La costumbre.

Luego llamaré a Adam.

Me levanto de la cama y camino hacia la cocina en busca de un vaso de agua. Cuando me voy acercando noto que el televisor está encendido y su pantalla brilla en medio de toda la oscuridad de la sala, emitiendo un bajo sonido del programa que se está trasmitiendo.

Automáticamente mi cuerpo se tensa y una corriente helada recorre mis brazos.

No me había sentido así desde que Abel se aparecía en mi casa, claro que no he vuelto a verlo pero... no puedo confiarme. Él siempre estará cerca de mí de algún modo.

No sé de dónde tomo valentía pero pronto me encuentro caminando hacia la sala, acompañada de un arrítmico corazón. Mi mente crea posibles escenarios en donde él aparece e ideo opciones para afrontarlo... pero todo eso desaparece en cuanto veo a mi madre sentada frente al televisor.

Cierro los ojos y tomo una gran bocanada de aire. Esta mujer me matará de un paro cardíaco a mi corta edad.

- ¿Qué haces despierta tan temprano Alida?

- Muriendo de un susto... - Murmuro, tomando asiento a su lado.

- ¿Ah?

Niego con la cabeza, dejándolo pasar.

- La costumbre de levantarme temprano por casi todo un año no se pierde de un día a otro. – Respondo, encogiéndome de hombros – Ahora yo te hago la misma pregunta.

- No sé... se me quitó el sueño – Responde con voz baja – Así que vine a ver televisión.

- ¿Aún sigues viendo esa novela del campesino y el viejo millonario?

El recuerdo de mi madre bailando y cantando a las seis de la mañana, me saca una sonrisa.

- ¿"El cuerpo del deseo"? – Sonríe levemente – No ya no, hace ya mucho que no la he visto.

Mi sonrisa se borra poco a poco. Mi madre no ha meneado sus hombros como solía hacer cuando hablaba de la novela. En lugar de eso, regresa la mirada hacia la pantalla y la fija en ella, aunque se nota que no está poniendo atención en el programa.

Me retiro hacia la cocina, con la duda impregnada en mi cara. Con el vaso de agua, regreso y tomo asiento en una de las sillas del comedor.

He notado a mi madre muy extraña últimamente. Su característica chispa de alegría no está con ella. Al igual que su sonrisa, su personalidad se ha apagado. He estado tan ensimismada con la comunicación en sueños con Adam que no le he dado la importancia debida a este cambio en mi mamá.

La vida de AlidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora