parte 1 "sombrío fosforecer"

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  Las joyas del golpe. 

Y ocurrió en un sencillo país colgado de la cordillera con vista al ancho mar. Unpaís dibujado como una hilacha en el mapa; una aletargada culebra de sal que despertó undía con una metraca en la frente, escuchando bandos gangosos que repetían: "Todos losciudadanos deben guardarse temprano al toque de queda, y no exponerse a la mansalvaterrorista". Sucedió los primeros meses después del once, en los jolgorios victoriosos delaletazo golpista, cuando los vencidos andaban huyendo y ocultando gente y llevando gentey salvando gente. A alguna cabeza uniformada se le ocurrió organizar una campaña dedonativos para ayudar al gobierno. La idea, seguramente copiada de "Lo que el viento sellevó" o de algún panfleto nazi, convocaba al pueblo a recuperar las arcas fiscalescolaborando con joyas para reconstruir el patrimonio nacional arrasado por la farraupelienta, decían las damas rubias en sus tés-canastas, organizando rifas y kermeses paraayudar a Augusto, y sacarlo adelante en su heroica gestión. Demostrarle al mundo enteroque el golpe sólo había sido una palmada eléctrica en la nalga de un niño mañoso. El restoeran calumnias del marxismo internacional, que envidian a Augusto y a los miembros de lajunta, porque supieron ponerse los pantalones y terminar de un guaracazo esa orgía derotos. Por eso, que si usted apoyó el pronunciamiento militar, pues vaya pronunciándosecon algo, vaya poniéndose con un anillito, un collar, lo que sea. Vaya donando unprendedor o la alhaja de su abuela, decía la Mimí Barrenechea, la emperifollada esposa deun almirante, la promotora más entusiasta con la campaña de regalos en oro y platino querecibía en la gala organizada por las damas de celeste, verde y rosa que corrían comogallinas cluecas recibiendo los obsequios.A cambio el gobierno militar entregaba una piocha de lata, hecha en la Casa deMoneda por la histórica cooperación. Porque con el gasto de tropas y balas para recuperarla libertad, el país se quedó en la ruina, agregaba la Mimí para convencer a las mujeresricachas que entregaban sus argollas matrimoniales a cambio de un anillo de cobre, que enpoco tiempo les dejaba el dedo verde como un mohoso recuerdo a su patriota generosidad.En aquella gala estaba toda la prensa, más bien sólo bastaba con El Mercurio yTelevisión Nacional mostrando a los famosos haciendo cola para entregar el collar debrillantes que la familia había guardado por generaciones como cáliz sagrado; la herenciapatrimonial que la Mimí Barrenechea recibía emocionada, diciéndole a sus amigasaristócratas: "Esto es hacer patria chiquillas", les gritaba eufórica a las mismas veterrugasde pelo ceniza que la habían acompañado a tocar cacerolas frente a los regimientos, lasmismas que la ayudaban en los cócteles de la Escuela Militar, el Club de la Unión o en lamisma casa de la Mimí, juntando la millonaria limosna de ayuda al ejército. Por eso, poraquí Consuelo, por acá Pía Ignacia, repiqueteaba la señora Barrenechea llenando lascanastillas timbradas con el escudo nacional, y a su paso simpático y paltón, caían laszarandajas de oro, platino, rubíes y esmeraldas. Con su conocido humor encopetado,imitaba a Eva Perón arrancando las joyas de los cuellos de aquellas amigas que no lasquerían soltar. Ay, Pochy, ¿no te gustó tanto el pronunciamiento? ¿No aplaudías tomandochampán el once? Entonces venga para acá ese anillito que a ti se te ve como una verrugaen el dedo artrítico. Venga ese collar de perlas querida, ese mismo que escondes bajo lablusa, Pelusa Larraín, entrégalo a la causa.Entonces, la Pelusa Larraín picada, tocándose el desnudo cuello que había perdidoese collar finísimo que le gustaba tanto, le contestó a la Mimí: Y tú linda, ¿con qué te vas aponer? La Mimí la miró descolocada, viendo que todos los ojos estaban fijos en ella. AyPelu, es que en el apuro por sacar adelante esta campaña ¿me vas a creer que se me habíaolvidado? Entonces da el ejemplo con este valioso prendedor de zafiro, le dijo la Pelusaarrancándoselo del escote. Recuerda que la caridad empieza por casa. Y la MimíBarrenechea, vio con horror chispear su enorme zafiro azul, regalo de su abuelita porquehacía juego con sus ojos. Lo vio caer en la canasta de donativos y hasta ahí le duró el ánimode su voluntarioso nacionalismo. Cayó en depresión viendo alejarse la cesta con las alhajas,preguntándose por primera vez, ¿qué harían con tantas joyas? ¿A nombre de quién estaba lacuenta en el banco? ¿Cuándo y dónde sería el remate para rescatar su zafiro? Pero nisiquiera su marido almirante pudo responderle, y la miró con dureza, preguntándole siacaso tenía dudas del honor del ejército. El caso fue que la Mimí se quedó con sus dudas,porque nunca hubo cuenta ni cuánto se recaudó en aquella enjoyada colecta de laReconstrucción Nacional.Años más tarde, cuando su marido la llevó a EE.UU. por razones de trabajo, yfueron invitados a la recepción en la embajada chilena por la recién nombrada embajadoradel gobierno militar ante las Naciones Unidas, la Mimí, de traje largo y guantes, entró delbrazo de su almirante al gran salón lleno de uniformes que relampagueaban con medallas,flecos dorados y condecoraciones tintineando como árboles de pascua. Entre todo ese brillode galones y perchas de oro, lo único que vio fue un relámpago azul en el cogote de laembajadora. Y se quedó tiesa en la escalera de mármol, tironeada por su marido que ledecía entre dientes, sonriendo, en voz baja: qué te pasa tonta, camina que todos nos estánmirando. Mi-zá, mi-zafí, mi-zafífi, decía la Mimí tartamuda mirando el cuello de laembajadora que se acercaba sonriente a darles la bienvenida. Reacciona, estúpida. Qué tepasa, le murmuraba su marido pellizcándola para que saludara a esa mujer que se veíagloriosa vestida de raso azulino con la diadema temblándole al pescuezo. Mi-zá, mi-zafí,mi-zafífi, repetía la Mimí a punto de desmayarse. ¿Qué cosa?, preguntó la embajadora sinentender el balbuceo de la Mimí, hipnotizada por el brillo de la joya. Es su prendedor, que ami mujer le ha gustado mucho, le contestó el almirante sacando a la Mimí del apuro. Ah sí,es precioso. Es un obsequio del Comandante en Jefe que tiene tan buen gusto, y me loregaló con el dolor de su alma porque es un recuerdo de familia, dijo emocionada ladiplomática antes de seguir saludando a los invitados.La Mimí Barrenechea nunca pudo reponerse de ese shock, y esa noche se lo tomótodo, hasta los conchos de las copas que recogían los mozos. Y su marido, avergonzado, sela tuvo que llevar a la rastra, porque para la Mimí era necesario embriagarse para resistir eldolor. Era urgente curarse como una rota para morderse la lengua y no decir ni una palabra,no hacer ningún comentario, mientras veía, nublada por el alcohol, los resplandores de superdida joya multiplicando los fulgores del golpe.  

De perlas y cicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora