Los albores de La Florida (o "sentirse rico, aunque sea en miniatura")
Y no hace tanto que esa comuna era un pastizal de parcelas y viñedos aledaños aSantiago. No hace mucho que esos terrenos orillaban Vicuña Mackenna con peladerossilvestres y arboledas flacas que mantenían la nota campestre de una ciudad recostada en lacordillera. Sin ser nostálgico, los aires de La Florida eran oxígeno verde para tanto pobladorque transitaba a Puente Alto mirando la cinta rural que corría en la ventana de la micro. Yesa película del entierrado paisaje chilensis, era la única postal de naturaleza accesible paralos obreros, que dormitaban en el letargo de álamos y queltehues rumbo a su mediagua.Y de un día a otro, como quien pestañea despertando al paso de unos años, elpaisaje bucólico se fue a las pailas. En su reemplazo, la modernidad expansiva de la urbehizo de La Florida una comuna de cartón, poblada de villas y condominios a la rápida, connombres elegantes de San Jorge, La Alborada, Las Praderas, Las Torcazas; para oficinistas,profesionales, yuppies y profesores que refundaron estas pampas con los vicios pequeñoburguesesde una nueva clase social. Mejor dicho, la poblaron con estatus medio pelo de lacopia ricachona, pero todo en chiquitito. Es decir, el bungalow del barrio alto pero reducidoa un espacio donde la sala, la biblioteca, el porche, la despensa y la pieza de empleada,equivalen a una casa de muñecas. Sentirse rico, aunque sea en la miniatura de esoschalecitos iguales, con tejitas y un jardincito donde el perro doberman parece un elefante.Porque no hay casa de La Florida que no tenga un doberman, que son los únicos perros quecumplen fieros su trabajo de guardianes mochos de las porquerías electrodomésticas quealhajan estos hogares de pobres ricos. Asalariados que a fin de mes hacen milagros parapagar las deudas, las calillas y letras del auto japonés que lo lavan y lustran en los pasajescada sábado. Cada tarde de fin de semana, cuando toda la familia Florida se pone buzodeportivo, todos iguales, todos de zapatillas y viseras para trotar como pelotas en esascallecitas con pasto recortado y rejitas bajas, igual que en las películas yanquis.La planificación urbana tiende cada vez más a la expansión centrífuga del centrotradicional, crear nuevas comunas, nuevos barrios que descongestionen el corazónmetropolitano ya aglutinado por la explosión demográfica. Pero en esta redistribución delespacio social, el mercado del hábitat va copiando recetas urbanísticas donde la arquitecturamodular del desarrollo optimista incluye tipos de vida, formas estereotipadas del desarrollodoméstico que moldean la libertad del ciudadano. Así, junto a "la casita en la pradera de LaFlorida", viene incluida la educación de los cabros chicos en el jardín infantil que tiene laVilla. Junto al plano de la vivienda, viene la entretención para los adolescentes en la discomatinéque casualmente queda a media cuadra del condominio. Y como si fuera poco, casino hay que desplazarse a ningún otro barrio, porque en la rotonda de La Florida se levantafanfarrón el Super Mall, donde usted encuentra todo lo imaginable, desde una aguja hastauna casa rodante para un feliz week-end. Allí se matan todas las neuras con la droga delconsumo. Ahí usted se relaja mirando vitrinas, comprando o simulando que compra cuandose encuentra con la vecina. Y lo mejor, sin los cabros chicos entretenidos, zangoloteándosecomo títeres en esos hipopótamos de plástico que les revuelven las neuronas. En La Floridausted es feliz, dice la propaganda, tomando el sol en su metro cuadrado de césped, ymojándose el poto en su piscinita no más grande que un lavaplatos. En La Florida usted esfeliz, le recita el corredor de propiedades, sumándose a la ópera mercantil de estos barriosinstantáneos sin historia, sin pasado que pueda arrastrar un trauma futuro. En La Floridausted puede sentirse en Chinatown porque hacen nata los restorantes chinos y tambiénabunda la comida chatarra, como en Miami. ¿Se da cuenta? En La Florida no haydepresión, porque el oleaje de ofertas es la terapia comunal que compite con cualquierliquidación de temporada. En La Florida usted puede estar contento, si amontona susilusiones de rico en esta comuna Liliput, donde los deseos de prosperidad ordenan su vidafamiliar de acuerdo al prospecto inmobiliario que le promete felicidad en colores. Acambio, usted tiene que jibarizar su arribismo de magnate caluga y creerse afortunado devivir en un Edén irisado de neones y carteles que transforman el paisaje en un juego deMetrópolis.