El cura de la tele("olor a azufre en la sacristía")
No era necesario ser tan marxista para odiar su lengua de tridente picaneando a losmilicos, azuzándolos a que se tomaran el poder y detuvieran la farra hereje de la U.P. Larevuelta social de los años setenta donde el curita se creía el arcángel San Miguel liderandola cruzada derechista, declarando que la izquierda era un "vómito diabólico" que había queexterminar.Pocos recuerdan esa época, y son más los que no relacionan a este santo varón conel arlequín negro que animaba la matanza desde el pulpito televisivo los primeros años delgolpe. Ahí en la pantalla, cada noche, cerraba la programación corriendo un velo espesosobre el drama de esos días. Con sus manos de anciana pirula, bordaba la telaraña encubridorade los acontecimientos, recitando el evangelio con los ojos perdidos, con los ojosblancos, con los ojos hueros de tanta elevación. Entonces, los televisores Westinghouse,esas enormes cajas en blanco y negro de ese tiempo, parecían flotar en la consagración desu reaccionario sermoneo. Y entre bendiciones de sables y mariguancias de clero que tejíansus manos huesudas, iba avalando la sucia bruma que tiznaba el cielo de un marchito paísaplastado por las botas.Cómo olvidar al padrecito dirigiendo el único canal de televisión independiente quepodía informar sobre muchas cosas que no se sabían, que más bien se ocultaban conprogramaciones neutras y seriales extranjeras que animaban la cueca uniformada del canalcon angelito. Imposible olvidar ese lejano Teletrece y su musiquilla de noticiario engañoso.Cómo olvidar al periodista centella que aparecía como por arte de magia junto a la C.N.I.,mostrando los cuerpos ametrallados de los "terroristas en los presuntos enfrentamientos".Difícil no recordar su cara de bofe narrando fríamente esos sucesos. Más difícil resulta probarla complicidad que tenía ese periodismo instantáneo con las operaciones secretas de losaparatos de seguridad, donde la orden de los allanamientos era"no dejar pájaro con vida".Después, el ojo televisivo del angelito multiplicaba por miles las cuatro bombasartesanales y el piojento fusil que escondía la peligrosa resistencia. Eran verdaderosarsenales, cuidadosamente ordenados del panfleto hasta la bazuca, para justificar la imagennoticiosa de esos cadáveres retorcidos, hechos bolsa por la granizada de balas. Ahora resultaimpensable creer que existiendo tanto armamento, no tuviera éxito esa subversivarebelión. Resulta triste pensar que un canal católico fuera compinche de tanta impunidad,sobre todo existiendo la Vicaría de la Solidaridad y tanto sacerdote que puso su vida endefensa de los derechos humanos.Se podría decir que aquella sotana de la TV, junto a otros capellanes militares quebendecían los corvos de los boinas negras, fueron la turbia agua bendita que no logrómanchar el papel cumplido por la Iglesia en defensa de los perseguidos. Apenas laexcepción del Opus Dei, el verbo de Cristo hecho crimen por la boca arrugada del beatocomentarista, tan casto, tan puro, criando manadas de gatos en su soledad contemplativa.Tal vez, el angélico curita, levitando más allá del mundo, nunca quiso saber de la carnerasgada en la tortura. Mientras Santiago se recagaba de miedo de espaldas a las bayonetas,el hermano santo extraviado en sus túneles eucarísticos, soñaba con blandos seminaristasde manso mirar. El fraile de la tele, se veía en un cielo azul marino persiguiendo manceboscon alitas y arcángeles de piernas peludas, enjambres de acólitos y querubines que elAltísimo le daba de premio por su lucha antimarxista. Y él, humildemente lascivo, losmiraba trotar y correr por su jardín del paraíso, los veía emocionado brincando entre lasnubes por el "campo de flores bordado" de su Chile militar.Tal vez, este juicio al ayer pueda pecar de corrosivos sentimientos que atesora unamemoria resentida en su porfía. En tanto hoy, la pantalla democrática pareciera evangelizarsu negociada transición con estas negras máscaras que comulgaron con el horror. Pero laamnesia es otra mentira de este reconciliado carnaval, porque en los dulces Ora Pronobis deeste inolvidable pastor, aún su lengua lagarta se asoma en la TV como una beata comadreque vocea el "Santo, Santo" de aquella podrida inquisición.