La sinfonía chillona de las candidaturas (o "todos alguna vez fuimosjóvenes idealistas")
Si se trata de candidatos al tablao político, los hay por miles. Desde la cantante oactor de teleserie que nunca deslumbró por sus aptitudes artísticas y hoy quiere usar sufama ratona para llegar al parlamento, hasta el hijo, nieto o sobrino de la casta partidistaque usa el apellido paterno para colgarse del carro democrático. Total en estos tiempos delconsumo caníbal, la política es la diva del show. La estrella de dientes plásticos que lesonríe a la cámara ocultando su mano rapiña, la diestra ladrona que saluda a las multitudes,que enfática niega su pasado de extrema militancia, su pasado mariguanero, su pasadopinochetista, su riesgoso pasado guerrillero, su libertino pasado hippie. En fin, el ayer nocuenta a la hora de los cómputos, y si por ahí aparece una foto de juventud tras algunabarricada, si por ahí el candidato sale retratado chascón y volado en alguna partuza delsesenta, todos contestan lo mismo, todos se justifican diciendo que alguna vez fueronjóvenes idealistas.Casi todos los candidatos dicen que, alguna vez, en la universidad, se pegaron supiteada sólo para probar la mariguana, pero que nunca se volaron los tontos. Y uno les va acreer. Todos dicen que militaron en alguna juventud política, que usaban boina y amaban alChe y al MIR, pero que nunca pusieron bombas. ¿Y quién lo va a desmentir si el MIR casino existe? Y lo peor, a quién le interesa develar esta memoria mentirosa si los propios exmiristas, que van en la misma micro al parlamento, ya no se acuerdan quién era sucompañero de célula. Más bien no quieren acordarse, y prefieren sumar las memorias altranvía amnésico de la renovación.Por eso, en estas fechas candidateadas de pololeos ideológicos y campañas deadhesión, la ciudad despierta cada mañana empapelada de nombres pomposos como el delex alcalde Bombal, que promete barrer la droga de Santiago. Y uno se pregunta: ¿Y adónde la barrerán para ir a buscarla? Todos los días las murallas cambian de apellido con elbrochazo nocturno que impone una nueva promesa. Así, nombre tras nombre,, se pega en laretina el candidato que tiene más recursos para reiterar su firma en la pizarra descascaradade la urbe. Gana por cansancio la majadera repetición del apellido paterno, el único queinteresa, el único que usaba la profesora para nombrar a sus alumnos, para gritarles:Escalona, guarde silencio-Marín, bájese de ese banco-Allamand, sáquese el dedo de lanariz.Así, la carrera política de los nombres transforma la ciudad en un silabario electoralque planfletea la nobleza de algunos apellidos impresos en latas de mediagua. Como si laserres, zetas, y eses del nombre aristócrata, le subieran el pelo al callamperío autografiadopor estos ricachos populistas. Como si al revés, los apellidos González, Carrasco oPalestro, tuvieran que pedir permiso en la maratón política, para escribirse tímidamente, ala rápida, casi clandestinos, en el sitio eriazo, con escasos medios para hacerse presentes enla propaganda electoral. Y no hay otra forma de equilibrar la publicidad fastuosa de laderecha, que noche a noche, sus empleados repasan las consignas morales y los nombrespirulos. Que noche a noche, imponen sus apellidos sobre la acuarela borrosa del candidatopiojo. El candidato de izquierda que sale con su familia a pintar y repasar la caligrafía porrade su aporreado nombre. El candidato sin recursos, que se metió en esta cueca sin saber porqué. Más bien sabiendo que va a perder, que va a quedar en la ruina y embargado hasta elcogote. Pero qué importa, si su error no fue el arrepentimiento, porque él no se declarórenovado ni justificó su pasado extremista y hippie diciendo que eran errores de juventud.Y ese fue su error, diferenciarse sin culpa de la hipocresía parlamentaria. Decir que sícreyó, y que sigue creyendo en esos arranques de la pasión, que no sólo son problemas dejuventud, porque las militancias progresistas y los sueños del lejano sesenta son besos quedio el corazón. Seguramente irrepetibles, únicos en su porfía amorosa por la justicia. Sonbesos al aire inolvidable de otro tiempo. Por cierto, difíciles de recuperar, pero aún tibiosen la boca arrugada de la utopía.