Parte 8 "Soberbia calamidad, verde perejil"

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  Las floristas de La Pérgola 

Casi por oler el perfume ácido del florerío, sólo por pasar tan seguido por esaesquina de avenida La Paz y Mapocho, donde despliegan su teatro fúnebre las floristas deLa Pérgola. Las mujeres que trabajan el jacinto, la rosa y el alhelí, en un murmullo decolores y ramas verdes y pétalos que cubren el piso mojado de los galpones. Los dosantiguos edificios redondos de San Francisco y Santa María, donde ellas hacen circular lapena de los deudos que acuden diariamente por una corona de rosas blancas, por favor, parael angelito que se encumbró al cielo, tan chiquito, en forma de cruz para la abuela que eratan beata, de claveles rojos si el finado es caballero y comunista, o rosados si el dolor esmujer o mariquilla de sida injertado. También las hay de siempre vivas para el clienteamarrete que espera que el adorno dure un año, para todos los gustos, sexos y clasessociales el mercado florero tiene una oferta. Y las señoras doñas de este jardín, vansurtiendo la demanda con sus manos ágiles que trenzan, anudan y tejen las ramas de pino.Los armazones de las coronas que después florean y decoran con su estética de últimohomenaje. Y este oficio de engalanar la muerte como una novia, las reúne por años en elsindicato que armaron para su protección laboral, como una heredad de mujeres que brotadesde la abuela, la hija, la nieta y que continúa esta larga tradición de nevar de pétalos loscortejos ilustres.¿Y a usted quién le va a tirar flores cuando se muera?, le pregunté a doña AdrianaCáceres López, la pergolera más antigua que aún maneja su negocio detrás del mostrador,conectada a un tubo de oxígeno. Mis compañeras pué. Ellas tienen que seguir la tradiciónque ha hecho famosa a la pérgola, desde los tiempos de Jorge Alessandri, Frei el padre, ySalvador Allende, que se lo llevaron tan rápido, el cortejo pasó tan soplado por Avenida LaPaz, que las flores quedaron flotando en el aire, debe haber sido porque había tanta gente,más que otras veces, cuando hemos despedido a tanto Presidente que ha pasado por aquí.¿Sólo presidentes? No, otros son artistas, o autoridades que el pueblo ha querido y nosotrasle hacemos el homenaje. ¿Tienen preferencias? A veces, depende, pero siempre es unpersonaje recordado por la gente como la Sinforosa de "Hogar Dulce Hogar", o ClotarioBlest, o Laurita Rodríguez, del partido Humanista. Pero no somos políticas. Total no cuestanada juntar pétalos huachos y tirárselos cuando pasa el funeral ¿Y a Pinochet le van a tirarflores? Puede que sí, si nos llaman de la municipalidad no tenemos por qué hacer unaexcepción con ese caballero, además qué cuesta recoger las flores que sobran y tirárselas ala carroza. ¿Pero se las van a tirar como piedras? (Ella se ríe). ¿Cuál es el funeral másimportante para usted? El de mi madre, Zunilda López, ella era querida por todos aquí,fíjese que fue el cortejo más emocionante, le hicimos una alfombra de pétalos blancos yrojos con su nombre. Han pasado tantos años y todavía lloro cuando me acuerdo. Y hastaahí dejé la entrevista, porque los ojazos de doña Adriana se englobaron en dos lagrimonesque rodaron al mar amargo de los rastrojos esparcidos por el suelo. Imaginé que iba a elegircualquier entierro, registrado en su memoria pergolera que vio cruzar la historia por esaúltima parada antes del cementerio. Y doña Adriana me descolocó, poniendo a su madre enel altar del consumado recuerdo. Después me quedé un rato viéndola cómo ofrecía lascoronas, pero especialmente los canastillos y arreglos florales que se usan más ahora, medijo, "puros arreglos, puros canastillos, cómo una fiesta, como un cumpleaños o uncasamiento. Así me gustaría a mí, repitió, porque las coronas son tan tristes".Así, la memoria de la urbe hace un paréntesis en esta esquina donde se florea lapena, donde pasan despidiéndose los discursos políticos bajo la lluvia liria de los coposflorales, los puñados de pétalos con que ellas rinden tributo al cuerpo yerto de la historia.Por aquí tienen que pasar todos los ilustres mirando al cielo, me dijo doña Adriana, altiempo que cortaba una rosa y ponía un cassette de boleros. Y la música y los fucsiasanaranjadosy azulescos-amarillos-rojos, seguían salpicando la frescura parda de este oficio,en la tarde pergolera donde la muerte se tornasola mujer.  

De perlas y cicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora