Parte 3 "De misses top, reinas lagartijas y otras acuarelas"

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  Cecilia Bolocco(o "besos mezquinos para no estropear el maquillaje") 

Y fue durante el reinado de Pinochet, cuando a Cecilia la coronaron Miss Universo.Y Chile por fin respiró tranquilo, por fin le había achuntado a un título mundial de belleza,después de tanta decepción con las niñas lindas que se mandaban. Todas rubias, todasestiradas como jirafas flacuchentas del Villa María o las Monjas Inglesas. Todas bellas yfruncidas con esa mueca de asco que tiene el riquerío. Todas con la mandíbula caídadiciendo: mi nombre es Pía Lyon y represento a Chile. Estoy en contra del divorcio, megustan mucho los niños, soy apolítica, admiro a la madre Teresa de Calcuta y al Papa JuanPablo Segundo. Muchas Gracias.Así, por años para el mundo, la mujer chilena fue ese esqueleto vestido de huasa,aireando su altivez con la banda tricolor en las pasarelas. En cada elección de Miss Mundoo Miss Universo, veíamos partir a las niñas de la revista Paula con su chaperona y elmodisto llevándole en el ajuar el traje típico inspirado en La Tirana, o el vestido pascuensecon plumas de ganso que sofisticaba la totora isleña. Se iban tirando besos mezquinos parano estropear el maquillaje preciso, para decir lo justo, y representar con clase la bellezahipócrita de la burguesía chilena. Así mismo las veíamos regresar, afeadas por la pica de laderrota, declarando que habían perdido dignamente, que nunca habían aceptadoinvitaciones fuera de concurso, que se acostaban muy temprano con las gallinas, que tal vezesa chula venezolana había ganado porque le hacía ojitos al animador. Y la negra quedófinalista porque se arrancaba en las noches con un jurado. Y esa china que salió MissSimpatía, para qué hablar pos oye.El caso de Cecilia Bolocco no fue la excepción, ya que su belleza aguachenta erasimilar a la de las misses anteriores. Pero de tanto insistir con esa imagen de barbie sindrama, de tanto copiar el modelito castaño claro, seminatural, casi saliendo de la ducha, ysin opinión polírica. Sobre todo eso, le machacaba la chaperona a la Ceci en las entrevistas.Ni hablar de la situación de Chile que, por esos años, se peleaba a bombazos su vuelta a lademocracia. Menos opinar sobre el aborto y esos horrores que discuten las feministas.Porque una reina no tiene opinión, solamente habla de las bondades de su tierra: del clima,del paisaje, de los copihues, del vino y sus lindas mujeres. Todo en orden, todo tranquilogracias al gobierno militar.Al parecer, Cecilia se aprendió bien la lección, fue el resumen de todas las chilenaspitucas que desfilaron sin éxito en la pasarela dorada. Más bien, la eligieron Miss Universode cansancio. Y ella hizo el teatro de la emoción cuando escuchó su nombre, cuandoderramó una lágrima, sólo una lágrima que se congeló en su mejilla empolvada comohomenaje a la cordillera. Y con la corona chueca, su voz quebrada dibujó un Viva Chile enel beso palomero que le mandó a la dictadura, al tiempo que se inundaba de nostalgiasquincheras.De regreso al país, lo primero que hizo fue visitar al dictador que la recibió enpalacio retratándose con ella como emperador y soberana. Y todos vimos a nuestra MissUniverso acaramelada posando con Augusto. Y todos sentimos la misma decepción al verlatan sonriente avalando la pesadilla de aquel mandato. Y todos la olvidamos, borrando de unaletazo la alegría patria que experimentamos la noche de su triunfo.Los años pasaron, llegó la democracia y Cecilia se fue a Estados Unidos donde lacontrataron para hacer televisión. Vino la Guerra del Golfo y ella apareció por la CNNnarrando con simpatía el vuelo de los cadáveres destrozados en el aire. Como si contarauna película, su acento Miami describió fríamente el horror de esas escenas negadas por lacadena de TV. Ahí supimos que nuestra reina había dejado atrás la timidez del colegio demonjas, se veía más segura hablando con ese timbre de cubana exiliada. Incluso filmó unateleserie para el mercado latino; un culebrón sensiblero donde hizo de una regia malvadaque tanto humilló a la pobre y sencilla Morelia.Actualmente, en el devenir político de los acontecimientos, se ve bastante cambiadaanimando la tontera chistosa de la pantalla chilena. Pareciera otra, compartiendo las tallassin gracia de los humoristas de turno. Seguramente, a la Ceci no le quedó más que hacersela popular para que la gente olvidara la reaccionaria adhesión que manchó su reinado. Entodo caso, su tiempo de soberana se terminó, igual que la dictadura, y la corona de reinasigue esperando a esa mujer, ni tan alta, ni tan espigada, que en algún rincón de este suelo,sus negros ojos tristes bordan la tarde con su anónimo pasar.   

De perlas y cicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora