Parte 7 "Relamido Frenesí"

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  El Festival de Viña 

De año en año, febrero, Viña y Chile son el Festival, el evento de música popularque reemplaza los carnavales que por estas fechas se dan en otros suelos de AméricaLatina. Y debe ser porque este país, más blancucho y menos zandunguero, eligió lacompetencia comercial de la música para alegrar formalmente su descolorido verano. Sobretodo si este sencillo espectáculo se transformó en un megaevento donde viene a probarsuerte la cabrería cantora del cono sur, los anónimos baladistas que llegan hipnotizados conel éxito monetario nacional, y esperan vivir el resto del año con las ganancias de suparticipación en el show. Si es que el monstruo les da la pasa. ¿Pero qué es el monstruo,qué es esa congregación de gente que más que las votaciones políticas levanta o destrozaartistas según su estado de ánimo, según la propaganda de promoción que le arma el tráficode la tele, las revistas de la tele, las copuchas de la tele, y toda esa faramalla mentirosa quecree manejar la opinión pública del país? Pero nada es tan simple, porque el públicofestivalero sabe que en cualquier momento del espectáculo puede ejercer su incontrolabledesenfado, sobre todo la galería encaramada en el cerro. Por eso año a año se necesitan máspacos para mantener a raya a la manga revoltosa que pifia sin miedo lo que no le gusta, elbochinche popular que aplaude, baila y corea lo que ama. Entonces, la opinión gritona deesta barra es un cómputo en vivo y en directo de lo que es Chile, de sus afectossentimentales o sus rencores que hacen sudar al animador, el inolvidable canoso que junioal director de orquesta se quedaron piola, haciéndose !os lesos después que llego lademocracia. Quizás estos personajes son los únicos que recuerdan otros festivales másreaccionarios, donde los cantantes que amaban el perfume de los bototos eran los únicosinvitados,, los favoritos del régimen, más uno que otro cómico que cuando se salía dellibreto lo cortaban con el "Vamos a comerciales".El populoso Festival de Viña, más que una tarima musical, también ha sido unescenario donde la situación política del país se ha reflejado a toda pantalla. Así, se hahecho costumbre descubrir en la platea a algún político taquilla en tenida sport, moviendola panza al compás de la orquesta. Así, promueven sus campañas pasando por "juvenilescuarentones buena onda". También algún ministro y hasta el mismo presidente han llegadoa la Quinta Vergara enfamiliados, con niñi-tas, pololos de las niñitas, primos y amigos,representando la foto familiar de la Patria Feliz. Han llegado planificadamente de sorpresa,justo cuando la orquesta entona los acordes de la canción nacional a todo tarro, para acallarla rechifla de la galería. Algo de esto ocurrió en 1974, en el festival realizado después delgolpe. En medio de un blindado batallón de seguridad, Pinochet llegó con su capa devampiro pisando fuerte. ¿Y quién se iba a atrever a mirarlo feo? Sobre todo en Viña, quefue la ciudad que más apoyó el golpe. En esa oportunidad la cantante española Mari Trini,seguramente franquista, le rindió un emocionado homenaje al dictador, tirándole una rosablanca que al caer en sus manos se manchó de sangre. De ella nunca más se supo, y elolvido fue un merecido pago a su tenebrosa adhesión. Como la del cómico Bigote Arrocet,que en el mismo festival y aprovechándose de la reciente muerte de Nino Bravo, interpretóla canción "Libre", del fallecido cantautor español. De rodillas y con lágrimas en los ojos,el oportunista Bigote Arrocet, hizo de esa balada el himno triunfal de la dictadura, lamarcha gloriosa de la masacre, que después adaptaron marcialmente los orfeones militares.Seguramente por este desatino, el cómico se fue de Chile con su chabacano "Juístete,juístete y por suerte no gorviste".Así, este circo viñamarino ha retratado la historia política y cultural del país entodos estos años. Por el anfiteatro veraniego han desfilado los Iglesias, los Rodríguez, losRaphaeles, los Chayanes y toda la fauna de la música comercial y su aguado discursoamoroso. Porque el festival privilegia el ritmo y las letras que no dicen nada, fue el caso delgrupo Police que lo pifiaron, a diferencia de otros bellos tontorrones que se llevaron lagaviota y el recuerdo de los aplausos y las antorchas estrellando la noche. El triunfo o laderrota tienen algo de impredecible en este escenario, pero las ausencias y las censuras soncálidamente ovacionadas por la galería. Así, figuras largamente esperadas en la Quinta,tuvieron su noche de emoción. Fue el caso de Mercedes Sosa, Illapu, Serrat, LosPrisioneros y Patricio Manns, con quienes la democracia saldó su deuda en el escenario dela Quinta. Pero fue sólo el gesto, porque luego el evento musical retomó su mercadobailable. El negocio cancionero que une al país por las pantallas de la tele, con los mismoshuasos de ballet en la coreografía inaugural, con los mismos humoristas que hacen de laimitación a Pinochet casi un gesto de cariño, en lo imitado siempre hay admiración,reivindicación, lavado de memoria y cuenta nueva. Más bien un país nuevo, casiinstantáneo, que despliega cada febrero el cacareo orgulloso en su noche de anfetaminas yfestival.   

De perlas y cicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora