Capítulo II

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Pasaban las semanas y yo no había visto ninguna vez más a Óscar, era como si hubiése sido un sueño.
«Bueno Mónica, deja de pensar en él. Tienes que asumir que no le volverás a ver.» pensaba yo, pero aún así era imposible.
Un día estaba haciendo bicicleta en el gimnasio cuando lo vi. Era él. Parecía que el corazón se me iba a salir del pecho, me había puesto tan nerviosa que ya ni siquiera sabia si pedaleaba hacia delante o hacia detrás.
Nuestras miradas se cruzaron, aunque yo la bajé de inmediato. Quería hablar con él pero me daba vergüenza. Fue entonces cuando pude observar que se acercaba hacia mí. Con los nervios, pedaleé tan rápido que me quedé exhausta segundos antes de que se plantara delante mío.
— ¡Hola! —dijo él, una vez ya enfrente a mí.
— ...
— ¿Hola?
— Uy, hola. No te había escuchado, estaba tan concentrada. (En realidad no me habían salido las palabras)
— Sí, ya he visto que le estabas dando fuerte. Mónica, ¿no?
— Exacto. —dije riéndome, con timidez.
Estuvimos un buen rato hablando, tal vez hasta horas. Nos daba igual estar en el gimnasio.
Finalmente, Óscar escribió su teléfono en un papel y me lo dio. Después, nos despedimos y cada uno se fue a un vestuario.

¿Estrellas, o tu mirada?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora