Capítulo XX

84 14 0
                                    

Cuando llegamos fuera, vimos que estaba lloviendo, pero nos dio igual.
— Señorito, una pregunta.
— Pregúntame una pregunta.
— ¿Estás dispuesto a luchar como nunca por conseguir a alguien?
— Sí. Pero no es alguien normal. Es una persona extraordinaria, probablemente la mujer más preciosa que exista, esa persona que con solo mirarte te enamora, esa de la que estoy enamorado a más no poder.
— Pues dile a esa persona que lamento hacerte esto.
— ¿De qué hab...?
Los mejores besos son los robados, me dijeron. Pues descubrí que es verdad, Óscar y yo nos abrazábamos mientras nos besábamos bajo la lluvia, era perfecto.
— Bueno, Mónica, creo que es hora de comer. ¿Quieres...?
— Lo siento, yo solo tengo hambre de una cosa ahora mismo.
— Y es de...
— Oh, vamos, ¿tú que crees?
— Vale, vale. Pero vamos a comer primero fiera.
— Bueno, vale.
Óscar posó su brazo por mi espalda y hombro, cogiéndome bien fuerte y apretando hacia él.
Era nuestro último día en Los Angeles, así que comimos, y fuimos a hacer un poco de turismo.
Óscar estaba más radiante que nunca, como si le hubiera pasado algo de otro mundo. De echo, se lo dije, a lo que me respondió:
— No amor, lo único que me ha pasado has sido tú, y claro, es que eres de otro mundo.
E incluso me invitó a cenar en uno de los mejores restaurantes de Los Angeles.
—Bueno cielo, quería decirte algo. —me dijo cuando acabamos de cenar.
— Venga.
— Bueno, más que decirte, preguntarte.
— Me das miedo.
— Tú... Yo...
— ¿Si?
— Es una tontería, pero...
— ¡Suéltalo!
— Ya estamos juntos pero no habíamos hablado de esto, ¿Quieres salir conmigo?
— Ay, dios. Sí, ¡claro!
— Normalmente no se hace así, lo sé, pero tú te merecías más que una charla en el sofá.
— Eres un cielo.
— Y tu pareja, ahora. —dijo arqueando varias veces las cejas.
— Mmm, quiero saborear eso.
— Pues come...
— Hablo de ti, mi idiota particular. —dije sin poder contener la carcajada.
Me di cuenta que mi móvil estaba sonando, era mi hermana. Le hice un gesto a Óscar para que esperara un momento, y me levanté a hablar con ella.
— ¡¡MÓNICA!!
— ¿Qué te pasa?
— QUE CALOR HACE
— ¿Quieres decirme de una vez qué pasa o me has llamado para decirme el tiempo?
— Vale va. Ayer por la noche cené con Marcos.
— ¡¡Es verdad!! Cuenta, cuenta.
— ¿Tienes tiempo?
— No, sister, he dejado un poco colgado a Óscar, así que date prisita que voy con mi parejita.
— Vale a ver, pues él me dijo varias veces que yo estaba guapísima y, no te lo vas a creer, ¡yo me quedé en blanco!
— Eso es amor, Reichel.
— ¡Calla, calla! Que después de eso, se lanzó y me besó... ¡Parecía que tuviéramos otra vez dieciocho años!
— ¿Hubo algo más?
— No, sister, después de un par de besitos se fue. Me dejó con un calentón... Pero hoy me ha invitado a su casa...
— ¿Hoy es la noche, eh?
— Eso espero.
— Bueno Raquel, ya me contarás.
— Sí, sí. Y tú a mí eh...
— Adióooos.
— Vale, vale, lo pillo. Adiós idiotaa.

¿Estrellas, o tu mirada?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora