- S H A Y -
18 DE JUNIO DEL 2001
Nueve meses. Hace nueve meses que mamá y yo nos mudamos a un piso en el barrio de Glendale, en Queens. Ella dice que este ha sido el último regalo que papá dejó para nosotras, así que es especial.
Me gusta el lugar, pero la verdad extraño la casita en la que vivíamos juntos en Huntsville. Y extraño aún más tener a papá con nosotras.
Hoy he salido de paseo con Axl y el señor Jones, su papá. Me invitaron a venir con ellos al Shea Stadium para ver el partido de los Mets contra los Expos de Montreal. Me gustaría que papá estuviera aquí para explicarme el partido de la forma en la que lo hacía cuando veíamos juntos la transmisión por televisión. El señor Jones me está explicando, él es amable y me agrada, pero no es mi papá.
No quiero llorar, no me gusta hacerlo, así que pongo mi atención en comer los maníes que él me compró en lugar de pensar sobre lo mucho que extraño a mi papi.
El partido finaliza tiempo más tarde, los Mets ganan anotando dos carreras contra una sola de los Expos. La gente parece muy alegre de que ganara el equipo local, están muy animados, así que el señor Jones nos toma de las manos a Axl y a mí para evitar separarnos mientras salimos del estadio.
Una vez en el auto, él se asegura de que Axl y yo nos coloquemos el cinturón de seguridad antes de comenzar a conducir para volver a Glendale, donde mi mamá y la de Axl deben estar esperándonos.
—¿Se han divertido en el partido? Si les gustó venir, entonces puedo traerlos de nuevo otro día —nos dice, con sus ojos fijos en la carretera.
—Sí —le responde Axl, que no deja de mirar la tarjeta que lleva en sus manos—. Pero la próxima vez quisiera ver a los Red Sox, papá.
—¿Por qué a esos? —le pregunto.
Él se encoje de hombros y me tiende la vieja tarjeta para que la vea. En ella aparece la foto de un hombre cuyo cuerpo está en un ángulo extraño sosteniendo un bate de béisbol. En la parte inferior se lee el nombre del hombre: JOSÉ CANSECO, y el equipo al que pertenece: RED SOX.
—Eran los favoritos de Marc, ¿verdad, papá?
El papá de Axl suspira y responde que sí muy bajito.
—¿A tu hermano le gustaba mucho el béisbol?
—No solo eso, él lo amaba. Estaba en un equipo incluso, era un muy buen jugador. Siempre decía que me enseñaría a jugar cuando estuviera más grande.
Le devuelvo la tarjeta y ladeo el rostro, estudiándolo.
—¿Y no te gustaría jugar ahora? Digo, ya eres más grande y podrías...
—Pero él no está para enseñarme...
Frunzo el ceño.
—Pero hay entrenadores. Y también tu papá, ¿verdad que sí, señor Jones? Yo creo que Axl sería un gran jugador.
—Axl es capaz de ser el mejor en cualquier cosa que se proponga, solo tiene que intentarlo —dice él, y yo le doy un codazo a mi rubio mejor amigo.
—¿Lo ves? Si quieres hacerlo, hazlo.
***
04 DE JULIO DEL 2001
Axl y yo corremos en círculos como un par de locos. Estamos en el parque que está frente a nuestro edificio con sus papás, mi mamá y muchos de nuestros vecinos, todos reunidos en una especie de fiesta por la conmemoración de la declaración de la independencia de los Estados Unidos.
Hay diversión, ruido y comida por montones.
Hasta la señora McCabe, que es una anciana muy gruñona, está aquí con Mittens, su feo gato peludo que apesta siempre como a talco de bebé. El mismo gato blanco y pomposo que está lamiéndose una pata mientras observa todo con aburrimiento y estorba en nuestro camino.
Axl está corriendo por delante de mí, y él no ha visto a Mittens porque, mientras corre, está volteando a verme, gritando algo acerca de que no podré atraparlo. Así que pasa lo que temo, veo el momento exacto en el que él pisa fuertemente la cola de Mittens. El gato chilla tan fuerte que consigo oírlo a pesar de todo el ruido y, antes de que pueda decir «pío», el siguiente en gritar con toda su fuerza es Axl.
El vengativo Mittens no se queda tranquilamente con su cola pisada, se le va encima a arañazos y maullidos a Axl, como una bestia salvaje.
—¡Oh, no! ¡Axl!
Corro a ayudarlo, pero lo único que consigo es un largo arañazo ardiendo en mi brazo por parte del gato.
—¡Suéltalo! —le grito.
—¡Quítenmelo! —pide Axl, aterrorizado.
—¡Mittens! —jadea la señora McCabe, llegando hasta nosotros—. Ay, Mittens, mi bebé. ¡¿Qué demonios le hacen a mi bebé, mocosos?!
La mujer no demora en recoger a su bestia peluda en brazos, alejándolo de Axl, que está temblando con hilillos de sangre muy finos en sus piernas, brazos y uno que va desde su cuello hasta su mejilla.
—¿Qué está sucediendo? —pregunta la madre de Axl, llegando a la escena del crimen también.
—Su hijo, señora Jones, su hijo. Eso es lo que pasa. Estaba torturando a mi pobre Mittens, hubiese oído cómo chillaba el pobre mientras su bestia rubia lo atacaba.
—¡¿El po-pobre?! —Exclama Axl—. ¡Pe-pero mire cómo me ha dejado a mí!
—Mittens actuó en defensa propia —sisea la anciana.
—Usted ni siquiera lo vio —le digo, entrecerrando mis ojos hacia ella—. Axl le pisó la cola a Mittens sin querer y el gato loco quiso asesinarlo.
—Mocosa metiche y maleducada —me da una mala mirada y, acariciando a su gato, da la vuelta y se aleja.
La señora Amanda niega con la cabeza.
—Ay, mi cielo, ven aquí —Axl obedece a su mamá y se acerca, mirándose los rasguños con gesto de dolor que le hace fruncir la pecosa nariz—. Será mejor que no se vuelvan a acercar al gato de la señora McCabe.
—Ni a ese gato ni a ningún otro. Son horribles — dice, dejando que su mamá revise sus heridas—. Shay también tiene una en el brazo.
Ella me dirige una mirada.
—Vamos a la casa a limpiar y desinfectar las heridas de ambos, ya luego regresamos. ¿De acuerdo? No dejen que un gato tan loco como su dueña les amargue el día.
Ella toma la mano de Axl y también la mía, llevándonos hasta su casa para hacer lo que ha dicho.
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N/A: Espero hayan disfrutado la lectura ^-^
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Los planes de Axl Jones
Teen FictionTres años después de que la vida le arrebatara a su hermano mayor en un desafortunado accidente, Axl conoce a Shay. Con ocho años de edad, ella es pura chispa. Y es esa luz que ella irradia, más unas tiernas mejillas regordetas, lo que cautiv...