Capítulo 22 - Con pies de plomo [Inédito]

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- S H A Y -

23 DE NOVIEMBRE DEL 2010 

Todavía no puedo creer que esté pasando. Axl dijo que me quiere, que no me ve solamente como a una amiga. Yo podría haber explotado en ese momento. No estaba esperando esa confesión, pero que haya pasado ha sido algo increíble.

Ahora estamos juntos. Somos algo más, algo a lo que aún no le ponemos título, pero que se siente muy real.

Estamos sentados en la banca de un parque por el que hemos estado caminando esta mañana. Últimamente, cuando salimos, solo lo hacemos nosotros dos. Eso es porque le he pedido que esperemos un poco antes de dejar que todo el mundo se entere de lo nuestro.

Si bien no creo que él esté jugando conmigo y vaya a herirme, quiero avanzar con pies de plomo en nuestra relación. Una pequeña parte de mí cree que las últimas semanas, con tantos besos ocurriendo entre nosotros, tuvieron algo que ver con la confesión de Axl. Y está bien, si los besos han despertado en él sentimientos, eso es bueno. Solo quiero que esté muy seguro de ello antes de que la gente se entere.

Él se acuesta en la banca, poniendo su cabeza en mi regazo. Yo le aprieto los labios, sonriéndole, y no puedo evitar que mi siguiente movimiento sea besarlo.

Axl no hace nada por detenerme, es más, incluso lleva su mano a mi nuca mientras nuestras bocas se consumen y su lengua acaricia a la mía.

Respiro hondo cuando nos separamos y mantengo mi mano en su cabeza, jugando con sus cabellos. Él sonríe ampliamente.

—Me tienes loco, Conejita. Muy loco.

Me muerdo el labio superior, sonriendo al mismo tiempo. No puedo evitar sentir que me derrito cuando me dice cosas como esa.

—Odio que me digas Conejita —es mi respuesta, frunciéndole el ceño.

Axl se ríe.

—Te digo que me tienes loco y a ti solo te importa que te he llamado Conejita. Eres como la chica más romántica del mundo.

—Ya lo sé —me encojo de hombros, siguiéndole el juego—. Me lo dicen todo el tiempo.

—Oye —lleva su mano a mi cara y toca la punta de mi nariz con la yema de su dedo—, estoy sorprendido por Reese. Ella sigue saliendo con Jordan.

—Lo sé —rio—. Es algo loco.

—No me confiaré todavía, esperaré un poco —dice—. No quiero que él me agrade y luego ella le rompa el corazón, porque la odiaría un poco.

—Él también podría romperle el corazón a ella —digo en defensa de mi amiga.

—Pues... basándonos en sus romances pasados, yo creo que hay más probabilidades de que Reese deje a Jordan con el corazón roto a que ocurra el caso contrario. Él parece muy idiotizado por ella.

—Sí —admito—. También lo he notado, creo que podría estarse enamorando.

—Sí —suspira—. Um... cambiando de tema, ¿has hablado con tu mamá? La mía no está muy contenta de que decidiéramos quedarnos en Charleston la semana de Acción de Gracias en lugar de ir a casa.

—Mamá no me ha dicho nada —me encojo de hombros—. Creo que le bastó saber que prefería quedarme a estudiar, solo dijo que me cuidara y que nos veríamos para las vacaciones de Navidad.

—Sí, me encanta lo mucho que estudiamos —dice entre risas, levantándose para dejar un besito corto en mis labios.

—Oye, yo sí estudio.

—Pero no vas a negar que una parte muy buena de quedarnos aquí es que podemos estar juntos.

—No lo niego.

Él se pone de pie y me ofrece la mano para que yo haga lo mismo, así que entrelazo mis dedos con los suyos, me levanto y comenzamos a caminar.

—¿Cómo crees que van a reaccionar cuando sepan que estamos juntos? —me pregunta.

—Um... no estoy segura de ello.

—¿Crees que nos obligarían a dejar de vivir juntos? Ya sabes, por "seguridad".

Me rio.

—No sé... es una posibilidad.

—Pero me gusta que vivamos juntos.

—A mí también.

Él se detiene, libera mi mano y se ubica frente a mí, rodeándome la cintura con los brazos. Me sostengo de sus hombros, mirándolo a los ojos. Los colores verde y azul forman una mezcla perfecta en ellos.

—Entonces no vamos a dejar que nos obliguen a dejar de vivir juntos.

—Eso si es que eso llega a pasar, todavía no sabemos cómo van a reaccionar —le recuerdo.

—Lo sé —toca mi nariz con la suya, haciéndome sonreír.

—Tengo hambre —digo con un puchero que él se encarga de borrar al besarme.

—Pues vamos a comer. ¿Qué se te antoja?

—No lo sé —me encojo de hombros—. ¿Tienes alguna sugerencia?

—Vi un local que parecía bueno a unas cuadras de aquí, podríamos probar allí.

—Pues no esperemos más, mis tripas rugen.

Mientras caminamos hacia el lugar donde vamos a desayunar, conversamos. Y no puedo evitar perderme la charla por momentos, mientras pienso en lo mucho que quiero que las cosas entre Axl y yo funcionen realmente, porque todo el mundo sabe que es difícil que dos amigos que han decidido ir más allá vuelvan a ser lo que eran antes.

—Mira —Axl señala un anuncio que está a mi derecha—. Deberíamos ir a jugar golf un día de estos.

—No sabemos jugar golf, Axl.

—¿Y qué? Igual podemos ir para intentarlo, no puede ser tan difícil.

—Si tú lo dices...

—Yo lo digo.

Ruedo los ojos.

—Bien, entonces vayamos mañana a jugar golf, pero si no logras meter una sola bola tendrás que comprarme una caja de las barras de chocolate que me gustan.

—Oh, ¿es una apuesta? Entonces, si gano, ¿qué obtengo?

—Bueno, no sé —respiro hondo—. Piensa bien qué es lo que quieres y dímelo. Pero debe ser equivalente a lo que yo estoy pidiendo.

—Es un trato —asegura con una gran sonrisa.    

Los planes de Axl JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora