Especial II

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Louis.

Verla llorar me rompe. Ella rompe mis sentidos, mi alma y... mi corazón. Cada sollozo soltado por su parte o el recorrido de sus lágrimas en sus mejillas, no ver esa sonrisa preciosa me rompe. Tan solo verla así me rompe. Lo sé, he repetido mucho la palabra romper, pero cuando alguien a quien quieres está mal tu simplemente haces todo lo posible para que mejore, aunque a veces no puedes lograrlo porque sencillamente tú estás peor que esa persona que te pidió ayuda.

¿Qué hacer en esos momentos? Darle ese rayito de luz que está en el fondo de tu corazón. Puedes ser la persona más oscura y dañada, pero siempre vas a tener luz en el lugar más recóndito de tu mente y es en ese momento es donde debes forzarlo a salir para iluminar a los demás.

Eso s lo que trato de hacer ahora, mi rayito de luz ha estado escondido por mucho tiempo, no se lo he mostrado a mi madre o a los intocables, a nadie. Se lo estoy mostrando a ella, a mi diosa.

—A veces desearía no haber nacido.

—¡Por Dios! No digas esas cosas. ¿Con quién aprendería a confiar?—intento animarla. Su cabeza está en mi pecho, estamos recostaos en el frío suelo. Le doy un pequeño beso en la frente—. Pero no, en serio, no vuelvas a decir eso.

—¿Por qué?

—Porque me hieres, Livana.

¿Es tan difícil entenderlo?

Las imágenes de ese día vuelan en mi mente, mis pensamientos atosigan todo a mi alrededor. Debo terminar la historia, lo prometí.

—¿Estas lista para escuchar el final?—pregunto de repente, ella sube su mirada y asiente.

—Si, por favor.

—Permanecía en el armario cuando unas pisadas se escucharon, él abrió la puerta y empezó a buscarme. Quería hacerme daño, mucho daño. Me llamó y yo lo que hacía era ahogar mis sollozos. Hubo un momento en que pensé que iba a dejarme en paz, pero entonces la puerta del closet s abrió y... y...

—¡Déjala, deja a mi mami!

—¡Cierra la puta boca, pequeño marica!

—¡Louis sal de aq...

—¡Louis!—el grito de Livana me libera de esos pensamientos.

—Él me iba a pegar, pero mamá se puso al frente y ella recibió el golpe—hago una pausa, luego continúo—. La golpeaba una y otra vez, reaccioné, bajé a la cocina, tomé un cuchillo y volví a subir. Once veces, Livana, once veces apuñalé a mi padre con ese cuchillo.

—Joder...

—Pero eso no fue suficiente para que nos dejara en paz. El muy... Joder, creo que cuando dicen que hierba mala nunca muere es cierto. Él volvió a casa luego de dos meses en el hospital. No sabes la rabia que sentía en ese momento, pero no era hacia él, era hacia a mí por no haber terminado el trabajo correctamente.

—Lou...

—Quería matarlo, Livana, a mi tierna edad de cinco años, ese era mi deseo de cumpleaños—interrumpo—. Aunque no se cumplió de la manera que esperaba.

—¿Qué... qué quieres decir?

—Una noche iba saliendo del parque, yo para ese entonces tenía siete años y él seguía maltratando a mi madre, aunque también me agregó en ese combo. Estaba alcoholizado, drogado y con bastante dinero en mano. Se metió con la gente equivocada. Mi madre solo me dijo que cuando fue a reconocerlo no era ni la sombra de lo que era antes. Quedó totalmente desfigurado. Sufrió. Pero no estaba feliz porque yo no lo hice sufrir.

Como un algodón de azúcar | Los Intocables #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora