Humo, sangre, fuego.
Tres elementos se combinaban en el paisaje que se extendía ante los ojos de la princesa de Domino. Tres hechiceras, un ser de oscuridad, un mago... una bruja extraña... esos eran los responsables de semejante visión apocalíptica.
Su padre, el rey, se movía impaciente, al estilo de una pantera salvaje, su mano izquierda cerrada en torno a la empuñadura de la mítica espada que contenía en su núcleo, una chispa de la esencia del dragón milenario. A su lado, su madre, sosteniendo en brazos a la pequeña de semanas de vida de fiero cabello rojo cómo el fuego, y brillantes ojos azules.
La princesa observó a los aliados de sus padres entrar corriendo, el más alto entre ellos, Lord Hagen, maestro herrero de Hoggar se detuvo a escasos centímetros de la pareja real, con una gran congoja en su rostro.
— La ciudad de Holm ha caído, majestad.
— Oh no...— La reina reprimió un sollozo, apretando contra si a la pequeña princesa—, mis padres...
— Me temo que los antiguos reyes ya no están entre nosotros. Lo siento mucho.
La hechicera del grupo se acercó a la reina y la pequeña princesa, brindando un abrazo a la mujer que parecían romperse a cada segundo. El sollozo se convirtió en un llanto silente, un llanto en el que solo las lágrimas podían verse.
Oritel se acercó a sus buenos amigos, la decisión estaba tomada. La Compañía de la Luz se enfrentaría al mal que acechaba, detendrían la amenaza y si el Gran Dragón los bendecía, regresarían y verían el reino resurgir desde las cenizas.
Marion entendió el lenguaje corporal de su esposo, miró con dolor y nostalgia a la pequeña niña en sus brazos, y luego a su hija mayor, que permanecía de pie, sin mostrar emoción alguna, a cómo toda princesa debe comportarse. Se alejó de Griffin, colocando a la infante entre los brazos de su hija, y depositando un beso en la frente de cada una. Artemis empezó a llorar, la bebé de casi un mes cerró los ojos, el llanto era insistente, necesitaba regresar a los cálidos brazos de su madre... pero eso no era posible.
— Hija mía...— la reina fijó sus ojos verdes en los hazel de su hija mayor— Domino está en medio de una batalla difícil. El bloqueo debe estar atrasando a las tropas del rey de Eraklyon, y otros aliados, no sabemos si volveremos...
— Tienes que prometer una cosa, Daphne— el rey se acercó, y acarició los cabellos rojizos de Artemis —. No importa lo que ocurra... la prioridad es que vosotras estéis con vida.
— Padre... madre...
— Artemis lleva en si misma, el poder del Gran Dragón, cariño... mientras nuestro creador esté de nuestra parte, todo estará bien, la dimensión estará segura y el mal jamás vencerá. Somos las descendientes de una larga línea de guardianas, esta en nosotras proteger aquello que nos fue brindado...
Daphne miró con lágrimas en los ojos a ambos, su madre tenia razón. Miró a la bebé en sus brazos, y asintió, protegería a su hermanita, así fuera la ultima cosa... y si tenia que morir en el interno, aceptaría la muerte con gusto, solo por saber que la hija del Dragón algún día volvería a levantarse de entre los restos del planeta...
*****
La princesa junto a su mejor amiga y prima lejana, una ninfa llamada Politea, recorrían la entrada a la alcoba de la pequeña princesa, flanqueadas por varios guardias reales. La discusión se cernía en el futuro del Océano Infinito, y la responsabilidad cómo guardianas del mítico poder del Sirenix de proteger la dimensión que unía a todos los mares y océanos de cada planeta.
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Dragon's Daughters.
FanfictionDomino, el reino mas poderoso de la Dimensión mágica, ha caído, gracias a la oscuridad de algunos seres de sombras, y la cobardía de un amigo. Pero, en medio de la desolación, resplandece la esperanza, gracias al sacrificio de una ninfa. Las hijas d...