Capítulo Veinte.

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Selina lanzó una patada contra una roca en clara protesta. El calor era insoportable, ese condenado sol parecía tan feliz de brillar para arruinar lo que podría haber sido un magnífico día de viaje fuera de su país... Los que vivían en ese sauna desértico llamado Egipto debían estar idos de la olla.

Lo peor era el hecho de estar en medio del desierto, lugar en que aquello que abundaba era arena...y escorpiones. Y serpientes. Y animalejos indeseables. A pesar de todo ello, al menos estaban lejos Del Cairo, a 179 kilómetros exactos, lejos de esa ciudad tan llena de gente. No era una persona sociable después de todo... era una civilización que sólo podía existir en un lugar regido por una religión tan cerrada como el islam más que nada...

No es que tuviera algo en contra de los musulmanes era que... faltaba un mes para que se cumplieran cuatro años del atentado... eso sería una marca muy difícil de borrar.

Detrás de ella se podía escuchar claramente el asombro que el padre de Bloom expresaba, Selina no podía entender cómo soportaba el calor, y el incesante sonido del obturador de las cámaras que Vanessa y Daphne llevaban. Al menos alguien disfrutaba de ese calvario.

— Ese tal... murciélago ¿apareció de la nada?

— Sep. Entonces Glim empezó a llorar desconsolada , y las demás a desmayarse. Creo que Lockette fue la primera en desvanecerse, es miedica. Aunque intenté golpear a ese patético murciélago me fue imposible, era demasiado grande y yo demasiado enana.

— Pero ahora todo está bien, Zing— replicó Roxy luego de escuchar en silencio a la pequeña pixie de los insectos.

Eso era otra cosa que amargaban su día. Hasta que lograra crearse un par de alas, podría tener una pixie. No era justo que el no ser un hada de nacimiento le limitara en tantas cosas. Ella también quería una pixie. Sería guay tener a alguien con quien conversar cosas absurdas, que no fueran tus padres obsesivos o la estúpida gentecilla del instituto que para lo único que servían era para estar criticando y abusando de los demás, tías huecas de la cabeza, obsesionadas con la moda y las estúpidas revistas con notas de famosos, tios que se creian la hostia por estar en el equipo de fútbol americano... y la insoportable de Mitzy, haciendo fiestas cada fin de semana, humillando a todos por sentirse guay.

Como odiaba a Mitzy. Al menos no era la única. Bloom se alejó de la mencionada cuando cumplió diez años, edad en que la idiota de lentes empezó a juntarse con chicas más... populares. Todavía recordaba las palabras que Mitzy utilizó para referirse al pequeño grupo que compartían el lunch bajo un árbol... críaja ofensiva. Y también recordaba a la pelirroja rompiéndole la nariz... Que buenos tiempos.

Un extraño hombre de aspecto caucásico parecía esperarles. En vestimentas tipicas y holgadas. Lógico, el calor era insoportable. Este se movió cuando Eldora pasó a su lado y tras una serie de movimientos de manos, hubo una distorsión extraña en el ambiente. Mike y Vanessa se quedaron por un momento asombrados ante aquello que a sus ojos se revelaba... la biblioteca perdida de Alejandria.

— Bienvenidas. Mi nombre es Cefeo, agradezco la pronta respuesta, Eldora.

— El honor es mio al ser considerada para este cargo.

El grupo entró en esa extraña distorsión, y se encontraron en medio de un salón amplio, con piso de piedra lisa, estantes conservados de madera gruesa y oscura, y reliquias olvidadas en el pasar del tiempo. Era posible ver arte antiguo del periodo griego, ánforas decoradas con imágenes de épicas batallas, personajes célebres, o simplemente un dibujo de vida cotidiana.

Daphne, mientras Eldora se dedicaba a hablar y saludar a aquellos extraños hombres que resguardaban el lugar, admiraba la sólida construcción. El diseño distaba de aquellos que conocía.

Dragon's Daughters.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora