Capítulo Treinta y Cinco

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El silencio era sepulcral. Bien podía caer un fino, pequeño y puntiagudo afiler, y su sonido resonaría, llegando a todos los presentes.

Todos los miembros presentes en el plenario de la Coalición miraron con ojos platos al rey de Eraklyon, y luego, lentamente hacia la joven ninfa, que permanecía con los ojos cerrados. Por último, a Teredor, que había sido el hombre que expuso el caso y Luna, quien aclaró la sentencia.

La joven Artemis Aedyn, en cambio, parecía lista a saltar y hacer pedazos al rey Erendor. Parecía una especie de depredador, mirando a su presa, una especie de serpiente, de ojos dorados y linea felina o reptiliana en ellos, lista a enterrar los colmillos en la víctima escogida.

Sólo era reprimida de algún movimiento por la mano de Thoren cerrada en el hombro derecho, y de su hermana en el izquierdo.

— Joven Artemis— llamó su atención una mujer que estaba cerca.

— Decidme, majestad.

— Sé que estáis llena de furia, pero confiad en nosotros. Desde que se creó la coalición, jamás hemos permitido que ningún crimen quede impune.

La pelirroja asintió con lentitud, y agradeció la preocupación de la monarca de Ohm con una sonrisa sincera. A su lado, Daphne agradeció la intervención.

Los de Ohm habían creado una estrecha amistad con Marion, gracias a que ella avalaba por sus investigaciones, que Nyx había fundado ese reino, y no Eraklyon, a como estos últimos creían.

Las manos que le aprisionaban bajaron, pero Bloom las tomó de inmediato entre las suyas. Necesitaba un soporte, y por el momento, en esa sala llena de adultos desconocidos, su hermana y su instructor, maestro, guardaespaldas y porque no decirlo, muy buen amigo, eran lo único que tenía cerca.

— ¡Esa es una grave acusación, Radius!— El grito provino del rey de Dolona, quien como un resorte se puso en pie— Sin mencionar que no hay pruebas, no podemos permitir una calumnia de ese tipo.

— Temo, Holland, que es cierto. Erendor cometió traición. Sabemos cómo se trata la traición— murmuró Radius.

Los murmullos invadieron el espacio, mientras la pareja de Espero meditaba como dar su voto ante la situación.

Teredor era un hombre de honor intachable. En los años en que Espero ha tenido que tratar con los androsinos, encontraron en ellos a personas muy leales, bastante rectos y dispuestos a ayudar a sus aliados.

Niobe, en el silencio, apoyaba a su marido, enviando nada agradables miradas a Erendor, mientras la joven Aisha, sonreía ampliamente hacia la pelirroja del otro extremo.

— La muerte es la sentencia por traición— susurró Fiah, reina de Espero.

— E inmediata sucesión...— añadió su marido, mientras escribía furioso en una hoja de papel— Y teniendo misericordia. Una familia que ha cometido traición debería ser erradicada.

— Exagerado. El que el padre haya cometido un error, no quiere decir que el hijo deba pagar por sus errores. Quizás el príncipe Sky se muestre más abierto a la crítica y en el proceso madure y se convierta en un buen gobernante.

Disio negó con diversión, pasando lo que había escrito a su esposa, y viendo como esta leía lentamente el escrito en el papel.

— Siempre observando lo mejor en cada persona, Fiah

— Si no lo hago yo. ¿Quién lo haría?— preguntó algo coqueta, arrancando una sonrisa de su marido.

La reina de Espero leyó lo que Disio había escrito, y luego llamó a sus hijos. Ambos asintieron. La familia en conjunto había tomado una decisión. Era costumbre de la familia real el poner cualquier decisión a tomar, a opinión familiar.

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