Me levanté cerca de la hora del almuerzo.
Corrijo, mi madre me levantó cerca de la hora del almuerzo.
Estaba preocupada, tenía como pasatiempo salir a correr temprano en la mañana y, al no verme salir por la puerta mientras ella hacia el desayuno, pensó que había enfermado. Bueno, mi aspecto no ayudaba en mi favor, tenía ojeras, estaba pálido, más de lo normal, y me sentía agotado. Mi madre revisó mi temperatura y me preguntó si sentía algún dolor, su rostro era la preocupación absoluta, pero la calmé diciendo que había sido una semana algo dura en la escuela y que solo era cansancio. Me sonrió y me dijo que si quería, aún estaba a tiempo de almorzar con ellos, si no, ella podría subirme algo de comer. Acepte su oferta y bajé al comedor. Mi padre abrió los ojos al ver mi aspecto y no pudo evitar soltar una risita.
– ¿Es que te arrolló un auto anoche mientras dormías? ¿O acaso te has transformado en vampiro? Deben ser esas películas que ves, han acabado por convertir la ficción en realidad y te has vuelto un monstruo –dijo con voz socarrona.
– Ya, Dominic, déjalo en paz –regañó mi madre conteniendo una sonrisa.
– Vamos, cariño, ¡pero si se ve fatal! –exclamó él riendo.
– Ha pasado una mala noche, y te recuerdo que tu aspecto por las mañanas deja mucho que desear– replicó ella con una expresión picara.
– ¡Susan!– Mi padre se sonrojó un poco.
Ahora era yo quien trataba de ocultar una risita. Mi madre me guiñó un ojo y nos invitó a pasar a la mesa.
El olor de la comida casera hizo que mi estómago rugiera. No me lo pensé dos veces y ataqué lo primero que mis manos alcanzaron, hasta que mi madre me recordó los modales y tuve que contener mi instinto salvaje que surgía cuando mi madre cocinaba. En medio de la comida, donde las bromas entre mis padres siguieron durante un rato, mi madre sugirió que podríamos pasar la tarde en el parque y tal vez hacer un picnic. Mi padre estuvo de acuerdo de inmediato aunque, claro, era raro la vez que mis padres estaban en desacuerdo con algo, me uní al plan pensando que el aire fresco me revitalizaría. Mi madre aplaudió emocionada y comentó que saldría de compras para traer algo que pudiese llevar al picnic, insistimos en que no era necesario, pero ella nos hizo callar con un gesto de la mano, mi padre y yo nos miramos y suspiramos, nada la iba a hacer cambiar de opinión.
Cuando terminamos recogí la mesa y mi madre me mando a ducharme y prepararme para nuestro paseo. Para hacer la broma olfateé la camiseta con la que había dormido.
– ¿Es que huelo mal?– pregunté fingiendo estar herido por su comentario.
– No había querido decírtelo, cariño, pero realmente apestas– y, para enfatizar su punto, sacudió su mano delante de su nariz mientras torcía el gesto como si oliera algo desagradable.
– ¡Mamá!– grité entre risas simulando estar ofendido.
– Anda ya, apestoso, ve a darte una ducha.
Me sacó a empujoncitos de la cocina y, cuando subía las escaleras, la escuche reírse.
Sonreí y entré al baño. Encendí el agua fría y me metí al chorro dando saltitos hasta que me acostumbré a la temperatura. Cuando consideré que era posible una hipotermia salí de la ducha y me froté rápidamente la piel tratando de recuperar el calor corporal.
Es contradictorio, lo sé, pero no podía evitar el agua fría, amaba la sensación fresca que perduraba en mi piel por horas.
Me vestí con unos jeans de color negro y la otra camiseta que había comprado el día anterior, me miré en el espejo y, al ver la camiseta, inmediatamente recordé al chico de ojos dorados, ¿Cómo se llamaba? Dante. ¿Por qué venia un extraño a mis pensamientos mientras me vestía para una tarde familiar? Ve tú a saber, pero concluí que debía ser porque fue él quien me vendió la prenda que estaba usando así que no le dí más vueltas al asunto. Me coloqué un par de tenis y bajé a reunirme con mis padres.
ESTÁS LEYENDO
Nada está escrito
Teen FictionLuego de múltiples guerras y batallas, la humanidad se redujo a un cuarto de su población original. Desesperados por su cercana extinción, los científicos se vieron en la obligación de solucionar el problema de la desaparición de la raza humana y, c...