"Mi vejiga va a explotar."
Con este pensamiento me levanté a la mañana siguiente y joder si era cierto. Mi vientre bajo dolía por estar reteniendo mis necesidades fisiológicas, pero estaba tan cómodamente envuelto en las cálidas sabanas que realmente era una difícil decisión considerar el caminar hasta el baño. Pero ya no podía más y realmente no quería terminar evacuando en la cama, sobre todo cuando no era mía. Con un suspiro puse ambos pies en las frías baldosas.
– ¿Qué...? –alcancé a murmurar antes de caer de bruces contra el suelo.
<< ¿Qué rayos?>> pensé mientras fruncía el ceño.
Intenté levantarme solo para descubrir que mis extremidades inferiores estaban totalmente dormidas y un extraño cosquilleo las dominaba, por no hablar del dolor que se había apoderado de mi espalda baja. Unos pasos apresurados me indicaron que Dante se aproximaba a la habitación y que debía levantarme y ahorrarme preguntas innecesarias. Pero no, no lo logré y, para cuando Dante llegó a donde yo estaba tirado, la frustración podía verse pintada por todo mi rostro.
– ¿Ángel? ¿Qué haces en el suelo? –preguntó extrañado cuando estuvo en frente mío.
– Es que se me cayó un billete y quería ver si estaba debajo de la cama –respondí con algo de sarcasmo.
– ¿Qué? –se veía sorprendido por mi tono.
– Me caí, Dante –dije como si fuese lo más obvio.
– ¿Y para qué?
– ¿Cómo que para qué? ¿Quién se cae teniendo un motivo? –dejé mis intentos frustrados de levantarme para mirarlo.
– No lo sé, contigo nunca sé nada, ¿Por qué te caíste?
– Por alguna razón, mis piernas no me responden, cuando intenté levantarme para ir al baño, simplemente terminé en el suelo –expliqué intentando reprimir un sonrojo de vergüenza.
Dante no dijo nada y, al notar que ni siquiera se movía de su sitio, levanté mis ojos para verlo a los ojos. Por más que apretaba los labios, su expresión completa no mentía. Se estaba burlando. ¡De mí!
– ¿Y tú de que te ríes? –regañé ofendido.
– No es nada. Ven, déjame ayudarte –dijo sin poder contener su risa esta vez.
Intenté negarme, pero como siempre, me ignoró y, con una mano alrededor de mi cintura y mi brazo alrededor de sus hombros, logró impulsarme hasta estar sobre mis pies y ayudarme a sentarme sobre el colchón.
–Dante... –murmuré apenado.
– ¿Qué pasa? ¿Te duele algo?
– Si...pero no es eso...
– ¿Entonces?
– Necesito ir al baño –susurré.
Y su risita burlona no se hizo esperar.
– ¿Quieres que te cargue? –preguntó con sorna.
– ¡No! ¿Sabes qué? Voy por mi cuenta –respondí ofuscado.
– Adelante, estás en tu casa –dijo, alejándose un poco para abrirme el camino.
Me puse en pie y, de no ser porque Dante me atrapó en el momento justo, habría vuelto a caer al suelo. Podía sentir el humor brotando por todos sus poros. El bastardo se estaba divirtiendo con la situación.
– Vamos, mi pequeño invalido, te llevaré al baño –dijo mientras sostenía mi cintura y me guiaba al ansiado sitio donde por fin podría descargarme.
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Nada está escrito
Teen FictionLuego de múltiples guerras y batallas, la humanidad se redujo a un cuarto de su población original. Desesperados por su cercana extinción, los científicos se vieron en la obligación de solucionar el problema de la desaparición de la raza humana y, c...