IV

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Belladona's era una cafetería muy especial para Jessie y para mí, era un pequeño lugar acogedor perfecto para una charla privada. Allí era donde nos refugiábamos cuando queríamos escapar de todo. Aunque esta vez iba a ser un lugar de arrinconamiento.

El resto del dia pasó sin mayor inconveniente, Jessie no me acosó por el resto de la jornada y los ratos de volvieron más bien monótonos, aunque claro, el aura de expectativa que la chica expedía no podía quitársela nadie. Durante el almuerzo nos reunimos con el resto de los chicos, aunque Jessie no comentó mi secreto así que pudimos fingir que nada extraordinario pasaba. Cuando sonó el timbre que finalizaba las clases pude sentir la mirada de mi amiga sobre mi rostro, aunque intentara salir corriendo iba a atraparme, no tenía forma de librarme de ella.

– ¿Nos vamos, Ángel? – preguntó entusiasmada.

– ¿Tengo elección?

– Siempre la hay, aunque lo que debes realmente preguntarte es si tienes posibilidades de huir, lo cual es un rotundo no.

Me reí un poco, Jessie parecía un niño que había encontrado un nuevo juguete, yo, y que estaba dispuesta a divertirse en grande con él.

Caminamos hasta la cafetería y, al llegar, nos sentamos lo más alejados de la gente posible, lo cual no era muy difícil, a esta hora el lugar estaba más bien vacío. Pedimos un par de cafés y empezamos a hablar, bueno, yo empecé a hablar mientras Jessie me escuchaba totalmente absorta. Le expliqué todo, desde que conocí al misterioso chico de ojos dorados, pasando por los extraños sentimientos que me acosaron durante el fin de semana, hasta la revelación de que Dante no era mi destinado, durante todo ese tiempo Jessie me escucho sin interrumpirme ni una sola vez, concentrada totalmente en mi relato.

– Espera, espera, espera, ¿Me estás diciendo que el viernes que te desapareciste para cambiar tu camiseta, te enamoraste del chico que te la vendió, apareció tu marca de destinado y además ese mismo chico no es tu alma gemela? ¿¡Y PENSABAS OCULTARME ALGO ASI!?– ok, Jessie había entendido bastante bien el asunto.

– En resumen, sí.

– Sabía que te pasaba algo, pero joder, Ángel, esto supera cualquier teoría loca que pudiese tener.

– Lo sé, a mí también me supera, y es todo tan... confuso, digo, mi vida dio un giro total y yo...no sé qué hacer.

– Ángel, tranquilo, no tienes que hacer nada, esto es obra del destino, solo tienes que esperar a que todo suceda.

– No lo sé Jessie, es solo que no quiero esperar ¿Sí?, digo, antes no me importaba, pero ahora siento ansiedad de tener a alguien.

– Te entiendo, ¿Tú crees que yo no me muero por saber quién es la persona que lleva el nombre que he tenido toda mi vida en mi cuello? pero, Ángel, no puedes forzar al universo, tienes que darle tiempo al tiempo.

– Lo sé.

Nos quedamos en silencio por un rato mientras tomábamos nuestras bebidas y observábamos el lugar lo que para mí era, básicamente, la pared, mientras que Jessie tenía la vista de la entrada para ella. Jessie parecía muy animada observando como el lugar empezaba a llenarse a medida que el sol empezaba a caer, haciendo comentarios aleatorios y dando su opinión acerca del aspecto de algunos hasta que de repente se quedó callada con la concentración al máximo.

– ¿Qué pasa?– pregunté, que esa chica se callara era un suceso bastante raro.

– ¿Me creerías si te dijera que un chico con la descripción que me diste de Dante acaba de entrar en la cafetería?

– ¿Qué?

– Sí, mira – y disimuladamente señaló un punto cercano a las ventanas que daban a la calle.

Nada está escritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora