XXVIII

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Tenía tres días antes del viaje, pero empecé a empacar la noche anterior a partir. Los días anteriores me debatía entre la dicha de saber que volvería a estar con Dante y el temor de dejar todo atrás. ¿Y si solo yo podía atraparlas? ¿Y si alguien más era atacado porque yo no me esforcé más? O, peor aún, ¿Si Dante volvía a alejarse de mí? ¿Y si decidía que no valía la pena? ¿Y si me odiaba...?

Mi madre se acercó a mi justo después de que Dante se marchara el dia que me entregó los billetes de avión. Me encontró en mi cama, mirando fijamente los papeles en mis manos.

– ¿Cariño? ¿Estás bien? –preguntó suavemente.

Alcé la mirada para encontrarme con sus ojos grises preocupados. Mi comisura tembló al intentar esbozar una sonrisa. ¿Hace cuando no la usaba? Se sentía extraño el intentar hacer el gesto. Ella se sentó a mi lado y, rodeándome los hombros con un brazo, observó los pasajes en mis dedos.

– Así que si los compró... –murmuró.

La miré confundido y ella se mostró culpable.

–Dante ha estado aquí antes, cariño –explicó.

Asentí y me devolví a mis manos. Podía sentirla removerse a mi lado.

– No luces sorprendido –dijo.

– Ya lo sabía...

– ¿Lo sabias? ¿Cómo?

– Los escuché, el dia que vino Jessie.

Silencio. Su mano tembló en mi hombro.

– ¿Por qué no bajaste? –preguntó al fin.

Mi mandíbula se sacudió y la apreté para detener el movimiento.

– Yo... Él estaba molesto...Enojado conmigo... –susurré.

– ¡Oh, Ángel!

Mi madre me acercó a su pecho y acarició mi cabeza, enredando sus dedos en mi cabello como hacia cuando era niño.

– ¿Por qué ibas a creer algo así? –preguntó con la voz entrecortada.

– Es verdad...Él... no quería verme...Dijo que no quería que supiera que había estado aquí...

– Eso no es cierto, cariño –levanté los ojos para mirarla –. Bueno, no es cierto del todo.

Fruncí el ceño.

– ¿Tú sabes algo que yo no? –pregunté.

Ella sonrió con tristeza.

– ¿Vas a ir? –señaló los billetes en mi mano.

– No lo sé...

– ¿Quieres ir?

– Si...Yo...Si, quiero ir...

– Entonces, supongo que él te lo explicará todo en Alemania.

– ¿Tú crees?

– Estoy segura.

– ¿Y si vuelve a alejarse? –Bajé la mirada a su regazo–. ¿Y si me odia?

– ¿Cómo podría? Una alma gemela no puede odiar a su otra mitad, simplemente no existe esa clase de sentimiento para quien fue hecho para ti.

–Dante no fue hecho para mí, mamá...

– Si lo fue, por eso llevas su nombre en tu piel, aun si él lleva dos en la suya, ustedes fueron creados para encontrarse.

Asentí para calmarla, pero no podía creerle totalmente. No cuando mi cabeza repetía una y otra vez su expresión enojada, sus labios reclamándome, su espalda alejándose.

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