Epilogo

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Dante

Estoy en el sofá con el teléfono en mis manos, pero al ver la hora, decido que ya lo he dejado dormir suficiente, así que me levanto y me dirijo a la habitación. Al llegar al umbral del cuarto, me detengo y me permito contemplar el panorama que se extiende frente a mis ojos. Ángel duerme profundamente boca abajo con las cobijas enredadas en su cintura, la única tela cubriendo su desnudez. Sonrío un instante antes de percatarme de su rostro. Su ceño está fruncido y su mandíbula se aprieta y se afloja por momentos.

Está teniendo una pesadilla. Aun cuando ya han pasado cinco años desde que fue atacado, las pesadillas vienen de vez en cuando para atormentarle en sueños. El solo pensamiento me hace hervir la sangre. Recuerdo el dia que las atraparon y sonrío con malicia. Mientras Ángel se consumía entre el estrés y la depresión, yo me encargué de acosar a las autoridades por respuestas. Estaba enojado con todo el mundo, incluyéndome, por lo que había pasado y no aceptaba ninguna excusa de porqué ellas seguían sueltas mientras que mi destinado tenía que ser un prisionero de su propia mente. No tenía sentido y me negaba a dárselo. Así fue como terminaron por ingeniar un operativo de infiltración con un grupo de mujeres de la fuerza pública quienes, en cubierto, dieron con la cabeza de la organización y la derribaron desde las bases. No fue fácil y les tomó diez meses de estrategia y pasos medidos para alcanzarlo, y es que las vidas de esas chicas también estaban en juego. Pero lo lograron y me reí a carcajadas cuando fueron capturadas. ¿Las razones de sus acciones? Simplemente no podían aceptar que la naturaleza se equivocara, no podían asumir que estaba bien que los hombres pudiésemos crear vida al igual que ellas, no podíamos disfrutar de ese privilegio. Era absurdo, pues el método de concepción entre destinadas femeninas de igual forma necesitaba de la donación masculina para poder tener hijos, utilizando los centros de genética especializados en la materia. Pero ellas no entendían otra idea por fuera de sus creencias. Recuerdo querer romper el televisor cuando vi las declaraciones de la líder extremista en donde se le preguntaba por sus motivos y soltó semejante cantidad de ridiculeces.

Sacudo la cabeza para liberarme de esos pensamientos antes de entrar a la habitación. Rodeo la cama y me siento en ella, acercándome a su oído para susurrarle.

–Despierta ya, ingeniero.

Sé que mi aliento le hace cosquillas porque se retuerce y tapa su oído con su mano lo que me hace reír ligeramente. Ya ha pasado los veinte y aún sigue siendo un niño. Rodeo su cintura y le doy la vuelta para ponerlo sobre su espalda, haciendo que abra ligeramente los ojos y vuelva a cerrarlos antes de suspirar. No se ha despertado.

– Hace cinco años pensaba que tenías el sueño ligero, no sabía cuan equivocado estaba –digo divertido.

– Cinco minutos más... – murmura con voz ronca.

– Ya te he dado cinco minutos, ¡Tres veces! –me rio.

– Estoy cansado...

– Vas a llegar tarde a la ceremonia, Ángel. Vamos, levántate ya.

– No...

Presiono la yema de mis dedos en sus costillas y empieza a removerse ante las cosquillas. Sonrío cuando empieza a reír y a intentar alejarse de mis manos, pero no le doy tregua.

– ¡Ya! ¡Estoy despierto! ¡Basta! –exclama.

Alejo mis manos y veo sus ojos grises brillar.

– Me encanta despertar contigo –digo.

– Llevas diciéndome eso desde que me mudé a tu apartamento –replica.

– Entonces no lo he dicho mucho tiempo.

Nada está escritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora