A la mañana siguiente me desperté antes del alba, aunque no faltaba mucho para que el sol saliera. Me asomé a la ventana, la camioneta negra ya no estaba. Sin nada mejor que hacer, y con las clases a media mañana, me vestí con mi ropa de deporte, agarré mi teléfono y salí a correr. La adrenalina no tardó en hacer su aparición, me emocione y comencé a aumentar el ritmo, mi euforia aumentó al ver el amanecer cambiar los colores del cielo y los rayos del sol filtrarse entre las nubes que habían persistido por el frio de la noche, si Jessie viera esto de seguro querría pintarlo. Le tomé una foto y se la envié antes de continuar mi camino hasta mi habitual parque.
Estaba tomando agua del bebedero cuando alguien tocó ligeramente mi hombro. Me giré y el agua que tenía en la boca se fue por el conducto equivocado por lo que empecé a toser, intentando recuperar el aire que no lograba conseguir. Dante me daba palmaditas en la espalda y lucia preocupado, aun así aparté su mano y me alejé un paso de él mientras recuperaba la compostura. Él suspiró y asintió en entendimiento.
– Hola, Ángel –saludó suavemente, como cuando intentas calmar a una fiera.
– Hola –respondí secamente.
– ¿Estás bien?
– Si.
– Lo siento.
– ¿Eso es todo?
– ¡No! En realidad... estuve practicando esta conversación toda la noche, pensando en cómo me disculparía en cuanto te tuviese al frente, pero lo cierto es, que no sé qué decirte.
– Si no sabes que decirme entonces no tengo motivos para estar aquí.
Me di la vuelta para irme, pero él me retuvo sujetándome del brazo. Lo miré interrogante, esperando sus explicaciones.
– Lo siento, Ángel, lo digo en serio, no debí hacer lo que hice, aunque no me arrepiento –dijo suavemente.
– ¿Cómo puedes disculparte por algo de lo que no te arrepientes? ¿Qué tan cínico es eso?
– ¡Me estás malinterpretando!
– ¿Y de qué forma debo interpretarlo?
– Ángel, me arrepiento de haberte forzado, no de haberte besado. Me moría por besarte, pero no quería que fuese así, no de esa forma.
Creo que mi corazón se saltó un latido y la extraña sensación caliente en mi estómago volvió, aunque me esforcé porque mi expresión no cambiase en lo absoluto. No es que yo no hubiese querido besarlo, no es que me hubiese disgustado el que lo hiciera, es que lo había hecho bajo unas condiciones que yo mismo no podía entender.
– ¿Por qué me reclamaste mi amistad con Daniel? No tienes ningún derecho –reclamé.
Tragó saliva y tuvo la decencia de lucir culpable.
– Yo...no puedo decírtelo, al menos no ahora, pero te prometo que algún dia lo sabrás y que no volverá a pasar –respondió.
Fruncí el ceño, pero sabía que no iba a obtener nada mejor, así que simplemente asentí, él sonrió de lado.
– ¿Me perdonas, entonces? –preguntó.
– Supongo.
– ¡Sabía que podía hablar contigo aquí!
– ¿Me estás espiando?
– No, pero en cierta ocasión mencionaste que salías a correr en las mañanas y fue en este parque donde tuvimos esa conversación, tenía la esperanza de encontrarte aquí hoy.
– ¿Recuerdas eso?
– Recuerdo cada momento que he tenido contigo, Ángel, no creo poder olvidarlos aun si quisiera.
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Nada está escrito
Teen FictionLuego de múltiples guerras y batallas, la humanidad se redujo a un cuarto de su población original. Desesperados por su cercana extinción, los científicos se vieron en la obligación de solucionar el problema de la desaparición de la raza humana y, c...