VIII

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Mi primer dia como estudiante superior empezó algo ruidoso, más específicamente con la voz cantarina de mi madre llamándome desde la puerta.

– ¡Despierta ya, ingeniero! ¡Qué vas a llegar tarde a tu primer dia!

– ¡Mamá! ¡Dame cinco minutos más! – Repliqué poniendo mi almohada sobre mi cabeza.

– No, Ángel, llevo media hora regalándote cinco minutos más, arréglate rápido que vas a llegar tarde, no es mi culpa que decidieras quedarte viendo películas hasta tarde – y con ese regaño se marchó.

Suspiré y me metí al baño. El agua fría terminó de despertarme, y me vestí al estilo casual, una de las camisetas que meses atrás había comprado, para ser exacto, una de las camisetas que Dante me había vendido, un par de jeans y unas botas, desordené mi cabello un poco y estaba listo para enfrentar el dia.

Al llegar al comedor comprendí que mi madre creía que iba a enfrentarme a un ejército de romanos en vez de ir a la universidad, había comida para alimentar a toda una nación.

– Mamá, ¿No crees que cocinaste un poco de más? – comenté suavemente.

– ¡Tonterías! Necesitas toda la energía posible para tu primer dia, ahora siéntate a comer – se veía algo amenazante batiendo el cucharon en el aire.

No discutí más y comí un poco de todo hasta que sentí que estaba a punto de reventar y, aun así, mi madre me empacó algo para llevar. Me despedí de mis padres y me dirigí a lo que sería mi segundo hogar por los siguientes cinco años. Cuando llegué fui a recoger mi horario en la oficina de servicio al estudiante y empecé mi primer dia. Básicamente estuve viendo materias introductorias a las bases que usaría durante mis estudios por lo que estuve a punto de quedarme dormido.

Al mediodía tuve un pequeño receso antes de empezar con la última clase que tendría ese dia. Me senté bajo la sombra de un árbol y comí lo que mi madre había empacado para mí. Por suerte, no sabía mal aun, y leí mi horario solo por tener algo que hacer.

Mi siguiente clase era introducción a las matemáticas financieras, no sonaba mal. Terminé rápido de comer y fui en busca del salón, la edificación era grande y aun no terminaba de conocerla, por lo que todo el dia procure moverme antes para poder llegar a tiempo en caso de perderme. El salón 315B se encontraba en el tercer piso del edificio, por lo que llegué algo acalorado, pero a tiempo, para suerte mía el profesor aún no había llegado, para mi desgracia, solo quedaban algunos puestos en la parte delantera. Al pasar entre los estudiantes escuché algunos murmullos, al principio pensé que eran sobre mí, pero al prestar un poco de atención noté que no era así.

– Escuché que el profesor de esta materia es súper atractivo – comentaba una chica.

– No lo sé, mi primo me dijo que era un señor de mediana edad, no creo que eso sea muy atractivo – le respondía la amiga.

– No, no, ese se jubiló, este año han encontrado a un chico joven, mis fuentes aseguran que está buenísimo – replicaba la primera.

La puerta se abrió y la sala quedó en silencio, el maestro había llegado.

Oí suspiros y murmullos mientras pasaba entre las mesas, yo me había concentrado en dibujar cualquier cosa en mi cuaderno para entretenerme así que no fue hasta que el susodicho habló que no me percaté enteramente de su presencia.

– Buenas tardes chicos, mi nombre es Dante Weaver, seré quien les enseñe sobre matemáticas financieras. No se preocupen, a pesar de mi nombre, trataré de que la materia no sea un infierno para ustedes – saludó.

Se oyeron unas risitas por la broma. Yo no me reí.

Mi piel se erizó al escuchar su voz y mi cuello empezó a picar en cuanto levanté la mirada para cerciorarme de que el dueño de la misma era el mismo chico de, literalmente, mis sueños.

Nada está escritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora