XXIII

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Aun no tengo claro cómo fue que me fui a la cama esa noche, supongo que estaba en piloto automático, pero si recuerdo que el murmullo de voces en la sala me despertó. Con los vestigios del sueño haciendo todavía mella en mí, me acerqué al sofá donde Dante, de espaldas al pasillo, veía las noticias profundamente concentrado. En el televisor, la periodista daba el reporte mientras que el rostro flotante de un chico se mostraba a su lado. Abrí los ojos sorprendido cuando lo reconocí.

– Ese chico... –murmuré.

Dante saltó un poco al escuchar mi voz y se giró un momento para mirarme antes de volverse de nuevo a la pantalla.

– Te despertaste – comentó.

– Ese es el chico de anoche –repetí.

Aun si sus facciones habían estado deformadas por la brutalidad con la que lo habían atacado, aun podía relacionar al muchacho de la fotografía con la victima que habíamos hallado anoche. Dante subió un poco más el volumen del televisor.

– Según el reporte médico, Julián Rivers se encuentra estable y las contusiones que recibió son menores, probablemente a que recibió atención rápidamente. Las autoridades reportan que fue hallado por un par de jóvenes que pasaban por allí y que dieron el aviso inmediato, lo que evitó que una tragedia no fuese más que un mal rato –declaró la periodista.

– Julián...–susurré–. Se llama Julián.

– Sí, tiene diecisiete años –informó Dante.

– Es un niño.

Dante me miró con algo de burla, aunque podía notar la tensión en sus rasgos.

– Tú también eres un niño –dijo.

– Sabes a lo que me refiero –repliqué, dando un rodeo y sentándome también en el sofá.

Suspiró.

– Sí, sé a qué te refieres.

– ¿Cómo está?

– Le salvaste la vida, Ángel. Las extremistas no lograron sus propósitos y Julián aún puede concebir.

– Gracias al cielo –me froté la cara.

– ¿Quieres ir a verlo?

Me giré tan rápido que mi cuello crujió.

– ¿Hablas en serio? –pregunté.

– Si.

– ¿Por qué?

– Bueno, a mí también me gustaría verlo.

– No lo sé, somos un par de extraños.

– Estoy seguro que te recuerda.

Resoplé.

– Sí, claro –mascullé.

Él rió.

– Te describió, Ángel, le dijo al mundo como era el rostro de su salvador y que quería agradecerle –dijo.

– Estas mintiendo.

– Siempre puedes comprobarlo.

Sacó su teléfono y, luego de desbloquearlo, me mostró una conversación. Una conversación con Jessie, para ser más específico.

JESSIE–AMIGA DE ANGEL

¿Viste las noticias hoy?

YO

Acabo de despertar.

JESSIE–AMIGA DE ANGEL

¡Prende el televisor! Creo que están hablando de Ángel.

Nada está escritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora