XIV

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Pasaron dos semanas y Dante cumplió su palabra. Después de aquel dia lluvioso, no habíamos tenido contacto alguno, tal como yo había querido. ¿El problema? Era yo el que se estaba volviendo loco. No me entendía a mí mismo, yo quería esto, ¿entonces por qué ansiaba su cercanía?

"Porque es tu alma gemela, ahora que la encontraste no puedes estar alejado de ella." Susurró esa vocecilla que me sacaba de quicio.

Me irritaba porque siempre tenía la razón y, en este caso, hablaba con la verdad más cierta jamás dicha. Ahora podía entender ese lazo del destino, ahora podía comprender esas miradas de complicidad, ahora podía entender el mundo, básicamente.

Era Domingo y yo estaba en mi habitación dándole vueltas al asunto. ¿Le hablaba yo o esperaba a que él se acercara nuevamente? ¿Y si se había cansado de esperar y ahora era él quien no quería dirigirme la palabra? ¿Sentiría la misma ansiedad de estar cerca de mí como yo la siento por acercarme a él? Había salido a correr y aun así no lograba calmarme, había estado dando vueltas en mi habitación y aun así sentía esa extraña presión que me oprimía el pecho, necesitaba desahogarme, necesitaba a alguien. Luego de considerarlo, me sentí estúpido, tenía justo a la persona indicada para hablar en mi propia casa.

Con una sonrisa, me levanté de mi cama y me dirigí al cuarto de mis padres donde encontraría a mi madre sentada mirando por la ventana, le gustaba hacer eso cuando el dia estaba calmado. Toqué y me asomé por la puerta. Sus ojos grises se conectaron con los míos en cuanto tuve una parte de mi cuerpo dentro.

– Mamá, ¿estás ocupada? –pregunté algo tímido.

– Por supuesto que no, ¿Por qué?

– Me gustaría hablar contigo, ¿Puedo?

Su sonrisa dulce se manifestó.

– ¡Por supuesto! –exclamó feliz.

Entré y me senté en la cama enfrente de ella aunque miraba al suelo en tanto jugueteaba con mis dedos. Ella esperaba paciente.

– Yo...creo que encontré a mi destinado –solté luego de un rato.

– Lo sé – respondió ella.

– Y...pasó algo raro.

– No me cuentes los detalles por favor, no creo estar preparada para conocer esa parte de tu vida –dijo ella con una risita.

– ¡Mamá! –exclamé avergonzado.

– Relájate hijo, estas demasiado tenso.

– Es que... no sé de qué es lo que quiero hablar en realidad.

– ¿Por qué no empiezas desde el principio? ¿Tiene esto que ver con aquella noche que llegaste casi deprimido?

Asentí lentamente y la miré, ella apretó los labios y siguió esperando.

– Mi destinado es Dante mamá, pero él...

– ¿Te hizo daño?

– Bueno no, o si, ¡No sé cómo explicarlo!

– Cuéntame lo que sabes, cariño, ¿no es más sencillo así?

– Él tiene dos marcas, mamá.

Sus ojos se abrieron como platos mientras palidecía un poco.

– ¿Qué? ¡Pero eso es imposible! –exclamó sacudiendo la cabeza.

– Gracias mamá por decirme lo obvio.

– No, Ángel, que hablo en serio, eso nunca había pasado antes.

– ¿Es en serio? Tu hijo nació sin marca alguna, mamá.

Nada está escritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora