Lunes...
Me había acostado bastante tarde y la idea de volver a la rutina realmente no me hacía gracia, estaba cansado y quería darme la vuelta y seguir durmiendo por el resto de la mañana. Pero no. Tenía que ir a clases y el golpeteo de mi madre a la puerta decía lo mismo.
– ¿Ángel? ¿Estás bien? ¡Estás retardado media hora! –decía al otro lado de la puerta.
Yo gruñí algo inentendible y me cubrí la cara con la almohada. Estaba dando la vuelta para seguir en mi estado onírico cuando mi cobija fue arrebatada y la almohada que tapaba mi rostro fue retirada para ser azotado con ella.
– ¡Ángel! ¡Qué te levantes! ¿Hasta cuándo vas a seguir comportándote como un perezoso? ¡Yo no te dije que volvieses a la medianoche! –exclamaba mi madre entre risas mientras me golpeaba con la almohada.
– ¡Ya, mamá! ¡Ya estoy despierto! –decía yo intentando esquivar los golpes y las ganas de reírme.
– ¡Ni lo sueñes! de aquí me muevo cuando te vea metido en la ducha.
De tanto que me alejé de los ataques de mi madre terminé cayéndome de la cama mientras mi madre me miraba con los brazos cruzados y una expresión burlona.
– ¡Vale! ¡Ya voy a bañarme! –dije mientras me levantaba y me dirigía al baño.
– ¡Asegúrate de que el agua esté fría! ¡Vas a asustar a tus compañeros si llegas con los pantalones apretados! –dijo ella entre risas mientras señalaba mi entrepierna.
Ahí estaba mi ropa interior revelando mi gloriosa erección matutina y poniéndome en vergüenza delante de mi madre.
– ¿Qué...? ¡Por Dios, mamá! ¡No hagas esos comentarios! –exclamé cerrando la puerta del baño apresuradamente.
– ¡Si te cambié los pañales entonces no tienes nada que no conozca ya! –exclamó ella carcajeándose con la situación y marchándose de mi habitación.
Me metí a la ducha luego de que me aseguré de que el agua estuviese casi antártica, tenía que solucionar ese pequeño molesto problema del cual no tenía tiempo de ocuparme. Una vez limpio, me paré en frente del closet pensando en que ponerme, pero en cuanto me fijé en la bolsa negra, recordé que hoy tenía clases con Dante y en lo divertido que sería llevar un juguete puesto mientras el daba clases. Retorciéndome de emoción, saque el juguete que había utilizado el dia anterior y que me había asegurado de limpiar antes de guardar, y lo coloqué para luego vestirme con mi estilo usual y bajar rápidamente a desayunar, mi madre me mataría si me iba sin comer primero. Cuando llegué a la cocina, mi madre me sirvió la comida con una sonrisita picara.
– Eso fue rápido –comentó.
– Estoy de afán –respondí sin captar el sentido de sus palabras.
Corrección, sin querer captar el sentido de sus palabras.
– Por el bien de las personas que cayeron en tus garras en tus épocas de promiscuidad, espero que ese no sea el caso usual –dijo con una expresión picara.
– ¡Mamá! Estoy tratando de desayunar –exclamé horrorizado.
Ella solo rió y siguió en lo suyo mientras yo intentaba que el plato me absorbiese y me sacara de ahí. Apuré lo que quedaba de mi desayuno y, en menos de cinco minutos, me encontraba camino a la universidad para empezar las clases. En realidad, estuve intentando no caer dormido sobre la mesa la mayor parte del dia. Para cuando llegó el receso que tenía para almorzar, me senté en el árbol más alejado que encontré y, luego de colocar una alarma para no perderme la última clase, me recosté en el césped dispuesto a tomar una merecida siesta. El dia estaba fresco y la brisa me arrulló bastante rápido por lo que no tardé en quedarme dormido, tanto así, que cuando sonó el teléfono con el aviso de que ya debía irme a clases, estaba algo desorientado y tardé un momento en reconocer mi entorno. La confusión era tanta que, al percibir una presencia cercana a mis pies, lancé una patada sin siquiera pensarlo.
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Nada está escrito
Teen FictionLuego de múltiples guerras y batallas, la humanidad se redujo a un cuarto de su población original. Desesperados por su cercana extinción, los científicos se vieron en la obligación de solucionar el problema de la desaparición de la raza humana y, c...