Capítulo II

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Academia de Gotham.

La mañana se asomaba como todos los días, sin embargo las espesas nubes que habitaban en el cielo impedían que los rayos del sol sé colasen y que el frío de la noche se quedara aún vagando por las calles y avenidas de la ciudad de Gotham. Sus ciudadanos seguían con su día a día monótono y aburrido, mientras que a unas cuadras cercanas a la prestigiosa Academia (que lleva el mismo nombre que la ciudad) se podían ver a dos estudiantes que portaban su uniforme correr como almas que lleva el diablo. Eran las 7:13, solo faltaban exactamente 7 minutos para que tocaran el timbre y cerrarán el portón.

Llegaron al lugar exhaustas, pero no tuvieron ni un solo respiro y con las pocas fuerzas que les quedaban se encaminaron a sus salones. An, era dos años mayor que Ratziar e iba cursando el último año en la academia; pero ambas sufrían el golpe de ser pequeñas y confundirlas con menos edad, y las personas que bromeaban o las apodaban de diferente formas por su baja estatura no salían tan bien parados por las dos amigas.

Las clases corrieron con normalidad para cada una, ya estaban en las últimas horas de clase. Raitzi, estaba en la clase de química en el laboratorio del primer piso; y por otro lado An, se hallaba en la clase de gimnasia pero como si hubieran escuchado sus plegarias el profesor se convenció de que no podría participar en clase de gimnasia al 100%, y la excluye de algunos ejercicios. Durante el corto descanso que dejó el entrenador, un chico de cabellos negro y largos (que ahora llevaba amarrados en una pequeña cola baja), de unos penetrantes ojos azules y piel pálida, se acercó hasta An, que se encontraba sentada en lo alto de escaleras del gimnasio.

—¿Cómo es que te heriste el brazo?-preguntó con genuina preocupación y curiosidad reflejada el chico. An le miro, y le dio una sonrisa para que con un gesto le pidió que se sentara a su lado, lo cual hizo.

—Tú, como todos los demás saben la pésima suerte que cargo-respondió transformando su sonrisa en una divertida, que no le causó ninguna gracia al chico-. Fue un accidente, me subí a un árbol del jardín en la casa de Raitzi, me resbalé y caí- mintió haciéndola pasar por una verdad absoluta, solo para recibir un manotazo en la cabeza.

   —Te pudiste haber quebrado el cuello, un brazo o pierna, ¿Sabes?-le gritó histérico el moreno, An solo miro con diversión aquel regaño. Sabía que si contaba la verdad preocuparía más a su amigo, y no quería ganarse más sermones.

   —Y miren quien me lo dice, el señor "yo visito el hospital cada semana"-comentó sarcástica la chica, con toques de burla y viendo como el contrario se sonrojaba de vergüenza al ser atrapado-. Vamos, Tim. No voy a pasar toda mi vida metida en un vitral, si me enfermo o algo es normal. Al final, de algo se tiene que morir uno, ¿No?-expresó con tranquilidad desviando la mirada a los chicos y chicas que jugaban baloncesto en la cancha.

La discusión se dio por finalizada entre ambos. Tim sabía ampliamente que habían ocasiones que sus palabras no servirían de nada para cambiar de opinión a An, ni mucho menos impedir que hiciera una locura y habían veces que esas locuras lo arrastrarán a él y sus demás amigos. En el pasado Tim, había tratado la manera de alejarse de los problemas pero termino acéptalo y conviviendo con aquel par explosivo (Raitzi y An) que representaban; llegando a tomarles un cierto cariño.

Al dar por finalizadas la clase de gimnasia y después de tomar una ducha y cambiarse, todos los alumnos comenzaron a caminar devuelta a su salón de clases para ir por sus mochilas y salir de una buena vez de la institución académica, entre toda esa gente iban el par de amigos riendo y hablando con sus mochilas en el hombro se quedaron esperando cerca de la entrada a que Raitzi llegara. Los pasos cercanos ya conocidos, hizo que ambos amigos se voltearan a ver a la recién llegada; sin embargó sus rostros cambiaron al ver a la rubia con parte de la ropa manchada por un extraño líquido celeste y partes de este en su cabello, estaban a punto de preguntar cuando la menor de los tres hizo un ademán para detenerlos con una mirada sería clavada en ambos.

   —Ni una palabra... -dijo la chica con un tono sombrío, que hizo estremecer a Tim y An.

La platica iba dar inicio de nueva cuenta hasta que la limosina que manejaba el mayordomo de la familia Wayne, Alfred Pennyworth, se estacionara enfrente de los tres adolescentes. Tim se despidió de ambas chicas, aún después de insistir que subieran al auto para ir a dejarlas a sus respectivas casas pero ellas se negaron aludiendo que tenían que pasar a hacer algunos recados, este se encogió de hombros aún sin tragarse su cuento y se fue del lugar. Al estar lejos, las dos amigas se fueron caminando hasta la casa de Raitzi, logrando que esta dejará su mal humor por un momento gracias a los chistes de An.

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Notas finales:

Neko: Bueno esto es todo por ahora, prometo tratar de ser los capítulos más largos. Los días de actualización aún no los he decidido hasta entonces estén al pendiente, sin más me despido Neko fuera, paz. *tira una bomba de humo y huye por una ventana del estudio*

An: Debí encerrarla en un manicomio, hace mucho tiempo *dirige una mirada a la audiencia*. No olviden comentar y votar, por esta novela. Ahora sí me disculpan iré a revisar que Neko, no se fracturara la clavícula *sale del estudio*

¿Qué podria salir mal...? [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora