Como ya conté antes, estoy en la cárcel. En parte por algo que hice ayer y en parte por ser quien soy. Creo que podemos hacer un pequeño viaje en el tiempo y contar más sobre mi familia y sobre mi infancia.
Como dije, tengo una madre, un padre y dos hermanos mayores. Hasta ahí vamos bien. Nunca hubo muchos problemas entre nosotros, los normales de toda familia, pero todo cambió cuando cumplí los 17 años.
Vayamos en retrospectiva; nací en 1996, siendo una bella bebita de unos 3 kilos. Mi madre, Anabella Griffin, tenia 28 años cuando me tuvo junto a mi padre, Michel Nevski. Según mi madre, papá había quedado encantado de tener una hija, aunque ahora lo dudo mucho.
Tengo a mis guardaespaldas, Logan y James, con los que me llevo 5 y 3 años respectivamente. Ellos me han acompañado siempre.
Solíamos vivir todos juntos en una pequeña casa llegando casi a la parte de provincia. Los chicos tenían su habitación y yo la mía, pero casi siempre nos turnábamos para poner cuarto y dormir juntos como si fuera una pijamada o algo así. Solíamos jugar a la playstation o a los autitos, aunque a veces los hacia jugar a las muñecas y a maquillarnos.
Pero todo cambio el día que mi hermano mayor cumplió los 8 años. Papá hizo que se anotara en deportes de lucha como judo y boxeo. Recuerdo que solía decir que era para fortalecerlo. Poco tiempo después fue el turno de James de hacer deportes de defensa, por lo que solía quedarme sola en la casa jugando después de la escuela, y supongo que por esa razón mi mamá me inscribió en clases de gimnasia artística.
Pasaron los años y me convertí en una gran gimnasta, pero cuando cumplí los 10 años mi papá decidió que era tiempo de que me entrenara para ser una luchadora igual que mis hermanos. Empece con judo y boxeo, pero para papá no fue suficiente; decía que tenia que ser la mejor de todos porque al ser mujer era más débil. Puras mentiras claro está. Pero por amor a él decidí aprender mas estilos de combate.
Pasaron tres años de esforzarme hasta desfallecer. Pero me convertí en la mejor de la clase. De todas las clases. Mi papá estaba orgulloso de mi, pero me dijo que tenia que subir de categoría para ser un arma mortal. Ahora me doy cuenta por qué.
Aprendí a manejar todo tipo de cuchillos y dagas hasta que fueron una extensión de mi cuerpo. Para esa época tenia solo 15 años. Y luego vinieron las lecciones de tiro al blanco con armas. Sé como suena, una niña de solo 15 años aprendiendo a disparar. ¡Vamos, era solo una niña! Pero papá no lo veía así. Él sólo quería un soldado.
Tenia 16 años la primera vez que mi papá me llevo a una pelea clandestina privada. Al principio estaba aterrada, pero mientras avanzaba la pelea me fui emocionando hasta el punto de querer intentarlo. Y me dieron la oportunidad. Y si, volví toda golpeada y cortada.
Mis hermanos me ayudaron a curarme, me enseñaron trucos y me ayudaron a entrenar ya que ellos ya llevaban un tiempo participando en peleas. Y mejoré y mejoré cada vez mas. Me metieron en más peleas y empecé a convertirme en un peligro para mis rivales. Casi no podían tocarme. Y ahí fue cuando mi papá se aprovecho de la situación, obligándome a pelear todo el tiempo e, incluso, llevándome como su matón para recaudar plata.
Cuando tenia 17 las cosas se fueron al caño. Para ese entonces ya había empezado a tener contrincantes varones. Les ganaba siempre pero una noche cambió todo. Mi papá se había enloquecido de poder, convirtiéndose en uno de los mafiosos mas peligrosos con ayuda de sus peleadores, pero más aún, con la ayuda de sus hijos. Mi mamá se había separado de él hacia unos meses porque la tenia aterrada la idea de que alguien viniera a buscarnos en venganza, pero no había logrado que nos dejara ir a ninguno de nosotros.
Esa noche que cambiaron las cosas es un momento de mi vida que jamás olvidaré. No es momento de contarlo, pero eso hizo que me fuera de la casa familiar a vivir con mi madre.
Apenas tuve 18 mi madre me llevo a España para que pudiéramos escapar de mi papá. Estuvimos viviendo allá dos años, hasta que decidimos que era tiempo de volver. Desde entonces decidí volver a pelear clandestinamente, pero esta vez bajo mis reglas.
Y justamente ayer tuve una pelea grande, con mucha concurrencia. Había mucha plata en juego; obviamente yo gané. El problema fue que apenas terminó la lucha llegó la policía e intentó agarrarnos. Por un problema con mi moto, tuve que dejarla atrás y correr entre el gentío. Sólo lograron atraparme porque un maldito bocón les dijo quien era yo. Maldito, ya lo voy a encontrar.
Y bueno, así termine en una celda, esperando que se cumpla el plazo de encierro para poder largarme, ya que no creo que puedan probar que estuve peleando. No veo la hora de poder irme de este lugar.
Se acerca uno de los policías que rondan por ahí.
- Hola, ¿me puede decir cuánto falta para que me saquen de acá? -. Le dije con mi cara mas inocente.
-Uh querida, creeme que te falta demasiado. Encontramos ciertos testimonios que parecen interesantes, así que vamos a investigarlos a fondo. Eso significa que vas a estar detenida un largo largo tiempo-.
- ¿A qué se refiere con largo tiempo?-.
- Pueden ser unos días, semanas o incluso meses-. Y diciendo ésto se dió la vuelta mientras miraba una carpeta repleta de papeles y se alejaba por el pasillo.
¿Meses? ¿Dijo meses? ¡Mierda!
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Mis Reglas
Teen Fiction"Una palabra, una acción o un momento puede cambiarlo todo. En una noche muchas cosas pueden suceder. La pregunta es: ¿Estarías dispuesto a cambiar tu vida sólo por lo que pase en esa noche?". ***************** "- Estás acá...- dijo mientras tomaba...