Capítulo cincuenta y ocho

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Siempre se me dió bien fingir.

Nunca fue difícil para mí mentir u ocultar cosas. Lo hago desde hace tantos años que ya ni siquiera noto cuando lo hago.

A medida que iba creciendo aprendí a ocultar los golpes y los cortes, después a ocultar secretos y los tratos hechos a escondidas que resultarían peligrosos para terceros. Pero, con el paso del tiempo, también aprendí a ocultar los sentimientos. A no demostrar el dolor o la tristeza. Eso es algo que logré desarrollar con mucha más facilidad; enmascararlo cada vez más hasta que ya ni siquiera pudieran ser visibles.

Funcionó por años; nadie jamás lo descubría hasta que decidía dar un indicio o, en todo caso, podían verlo aquellos que me conocían y habían estado presente en alguna situación difícil para mí.

Y acá estoy, fingiendo que estoy perfectamente bien cuando en mi interior todo está cayéndose en pedazos sin que pueda evitarlo.

Las chicas ríen y bromean conmigo al igual que los chicos. El único que de vez en cuando me mira a los ojos intentando saber que es lo que realmente siento es Demian. Cuando todos volvieron a la mesa y preguntaron por los hermanos yo no pude dar una respuesta, por lo que Demian simplemente dijo que habían tenido una emergencia y que debieron irse.

Una sonrisa que pretende ser alegre adorna mi cara. Cuando ya no puedo seguir fingiendo, pongo la excusa de que voy a buscar algo para tomar y así poder huir.

Cuando tengo una cerveza bien fría en mi mano le doy un largo trago. Es como si intentara alejar y deshacer el nudo que presiona con fuerza mi garganta. Quisiera llorar pero sé que no debo hacerlo; no aquí y no ahora.

No pasa mucho tiempo para cuando lo siento a mi lado.

— Lo siento mucho, amor.

— No hay nada que sentir. Sabía que esto podía pasar... Quise creer que las cosas podían ser diferentes pero en el fondo sabía que no había forma de evitar todo esto.

No quiero mirarlo porque sé que no podría aguantar su mirada. Él siempre fue el que estuvo para mí en cada momento que viví, ya sean los buenos o los malos.

No puedo olvidar el día que desperté en el hospital. ¿La razón? él estuvo ahí, a mi lado, cuando abrí mis ojos. Habían pasado dos días desde que ingresé a la guardia y fui sometida a una cirugía de emergencia para lograr salvarme. Sé que podría haber muerto esa noche si hubieran tardado más en encontrarme. Siempre voy a estar agradecida de haberme avivado y haber enviado ese mensaje a mi familia porque él llegó poco después que ellos a la casa. También le había escrito pero no lo había leído en el momento, sino que tardó unos quince minutos más en llegar a verlo. Aún así, él nunca se fue de mi lado y no soltó mi mano cuando me dijeron todo lo que había pasado. Tampoco la soltó cuando ví mi cicatriz por primera vez.

— Si sabes que no es tu culpa, ¿Cierto? No podes elegir o decidir lo que ellos quieren hacer con vos—. No puedo evitar suspirar ante sus palabras.

— Si sé que no es mi culpa. No es eso lo que me duele. Ni siquiera me importa ir a la cárcel, sé que lo merezco...—. Él se gira y me mira. Aún así, yo no quiero hacerlo, no todavía—. Soy mala, lastimo a las personas y merezco perderlo todo. No merezco tener una vida normal cuando lo único que hago es dañar todo aquello que me rodea. No traigo nada bueno a la vida de nadie...

Pero él no me dejó continuar porque comenzó a hablar.

— Eso no es cierto y lo sabes. Vos no elegiste esta vida, tampoco elegiste lo que te ha pasado en estos años. Has salvado más vidas que muchas otras personas; vos y yo sabemos que en estos últimos años salvaste a más personas de destinos horribles que cualquier otro ser humano en esta tierra. Has salvado incluso más vidas de las que pueden llegar a salvarse en cualquier jodida sala de emergencias—. Toma mi mano y me obliga a girar para enfrentarlo y, aunque giro hasta estar frente a él, sigo evitando sus ojos—. Hiciste cosas más grandes que muchas otras personas; has sacrificado tu vida por otros que ni siquiera conociste del todo y estoy seguro que vas a continuar haciéndolo. Eso es más de lo que ha hecho la policía—. Le da un apretón a mi mano y continúa hablando—. Vos y yo sabemos que esa organización que vos misma creaste de la nada para salvar a esas chicas de esos destinos que otros decidieron por ellas es lo mejor que pudo haberles sucedido. Mejor de lo que pudo haberte sucedido a vos en un millón de años.

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