Capítulo cincuenta y uno

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¡Hola de nuevo!

Acá les dejo un capítulo más. Tardé en subirlo porque me tomó un poco más escribir éste que el anterior.

Los dejo...

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¿Quién podría creer que otra vez estoy pensando en alguien más allá de mi familia? Es raro...

Siempre puse a mi familia primero y dejé en segundo plano la idea de formar cualquier tipo de pareja en el ámbito amoroso.

Y bueno, no puedo quejarme ya que no tuve una muy buena experiencia con respecto al amor de parte de los hombres. Mi padre, quién se supone que está genéticamente diseñado para amarme, me odia con todo su corazón. ¿Y el primer novio formal que tuve? Ese idiota me rompió el corazón de más de una manera. Antes creía que tenía material suficiente para estar en contra del amor con respecto a los hombres (claramente sacando a mis amigos y a mis hermanos). ¿Pero que me pasó? Él llegó a mi vida, cambiando todo a su paso; cambiando mi forma de ser y de ver. Daniel.

Igual, si buscamos “basura” en el diccionario estoy totalmente segura que podemos encontrar ahí el nombre de mi ex.

Él no fue exactamente la mejor persona conmigo. Por lo menos no al final de nuestra relación. Paso a contar la razón. Estoy segura que lo odiaría al igual que yo lo hago.

Nuestra relación empezó en el colegio. Yo apenas tenía 15 años cuando lo conocí; éramos compañeros. Empezamos a salir poco tiempo después de conocernos y cuando cumplí 16 él me pidió ser su novia. Hasta ahí todo bien, ¿no? Bueno. Las cosas no siguieron tan bien.

Papá lo adoraba (ahora entiendo que los dos son tal para cual. Ambos son unos malditos estúpidos) por lo que no me pusieron problemas para estar con él.

Al principio fue hermoso. Me trataba bien y éramos felices. El problema empezó cuando ya llevábamos casi un año de relación. Yo me entregué a él en cuerpo y alma pero para él no fue tan especial como lo fue para mí, ahora lo sé.

Luego de eso el imbécil empezó a tratarme mal; me hacía sentir como si no fuera lo suficientemente buena para él. Lo decía tanto y tan seguido que juro que por un tiempo le creí. Dios, le creí con todo lo que yo era. Pensaba que tenía suerte de que él estuviera conmigo cuando se supone que tendría que ser mutuo. Yo para él no era nada, solo alguien con quién el podía acostarse de vez en cuando.

Lo intenté, juro que intenté de todo para creer que era buena para él pero nada parecía funcionar. Pensaba que el problema era yo, que no podía llegar a ser suficiente. Nadie, repito, NADIE merece pensar ni siquiera por un momento que no puede alcanzar el estándar de otra persona.

Luego pasó esa noche que me obligó a huir y todo fue en pique.

Me alejé tanto del país y de él que empecé a meditar y ver las cosas desde otra perspectiva.

Empecé de a poco a amarme más.

Cuando volví a Argentina lo busqué; él sabía todo lo que había pasado ya que yo se lo conté. Nunca esperé que sabiendo todo lo que había sufrido él trataría de herirme aún más.

No había pasado ni un mes cuando empezamos a pelear. Empezó a subir cada vez más la violencia psicológica de él en mi contra. Recuerdo perfectamente la última de nuestras discusiones. Estábamos en su casa. Todo empezó porque yo no quise tener relaciones con él; simplemente no quería pero él insistía e insistía tratando de que hiciera lo que quería.

Mi respuesta fue rotunda, NO.

Todavía no soportaba del todo mi cicatriz y él lo sabía. No soportaba que alguien pudiera verla. Fue entonces cuando disparó sus palabras; esas palabras que me dolieron más que un golpe en la cara.

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