Capítulo cincuenta y cuatro

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Las cosas después de la confesión estuvieron algo tensas y raras. Más raras que otra cosa. Con Daniel empezamos a vernos cada vez más seguido pero no formalizamos de ninguna forma. Conocí muchas cosas sobre él, incluso comencé a conocer cosas sobre mi misma. Empecé a conocer otra faceta de mí y ésta comenzó a gustarme más que cualquier otra. Incluso comencé a desechar la idea de hacerme la chica dura y con aspecto de maleante. Por primera vez en mi vida quería tener la vida de una chica normal de mi edad. Quería vivir como alguien común; sólo ser la hija de una madre trabajadora y hermana de dos chicos increíbles que eran personas cariñosas y solidarias. Quiero merecer la familia que me tocó.

Empecé a cambiar sutilmente; mi trato hacia otros cambió y también mi forma de relacionarme. Al comienzo yo no me había dado cuenta pero Demian me lo hizo notar una noche de noviembre en la que ambos nos encontramos, como siempre, a mirar unas películas y a comer.

Estábamos en su casa, ambos desparramados en el piso de su habitación frente a la televisión. Estaban pasando una de las películas de la Saga de Star Wars. Dem ama esa saga. Comíamos pochoclos que habíamos hecho con caramelo y teníamos nuestras infaltables gaseosas. Está vez yo me quedaría a dormir, así que, sabiendo que nos quedaríamos despiertos mirando películas y charlando, habíamos comprado tres Coca Cola de 2 litros, una para cada uno y otra para compartir en la comida. Porque amante de la Coca Cola se nace, no se hace.

Teníamos una gran cantidad de comida guardada para más adelante además de las pizzas que teníamos hechas por Lili. Ella nos las había dejado preparadas, sólo había que meterlas al horno y listo. Amo a esa mujer.

Mientras mirábamos la película empezamos a charlar de temas banales y a hacer bromas. Bueno, él comenzó a hacer bromas, como siempre. Charlamos de la facultad y de nuestras respectivas familias. Hacía mucho que no nos veíamos con el tema de la facultad y los exámenes. Tampoco había visto mucho a mis otros amigos; incluso a Daniel y a Sebastián los había visto un poco menos que siempre.

La conversación se desvío de los exámenes finales que teníamos que preparar hacia la boda. Mi hermano estaba pronto a casarse; la boda sería el mes próximo. 28 de diciembre para ser más exactos. Ellos decían que querían terminar el año como esposos. En casa estábamos súper atareados ayudando en la organización. Mamá estaba que no cabía en sí del orgullo y de la felicidad que tenía; sonreía todo el tiempo e, incluso, la ví bailando en algunas ocasiones. Al fin la veía feliz y relajada, aún cuando yo continuaba peleando en los torneos que mi padre seguía organizando. Por suerte él había empezado a postergar un poco mis peleas para que pudiera tener tiempo para estudiar y ayudar en la casa.

— ¿Y cómo están llevando las cosas de la ceremonia? ¿Necesitan ayuda extra? Porque no tengo problema en ofrecer mis bellas y talentosas manos en ayuda de las tuyas que están pobres y cansadas— dijo. No pude evitar soltar una carcajada. Siempre tan humilde él.

— Estamos bien por ahora; la mayoría ya está hecha, sólo queda que los novios se encarguen del catering. Después nos queda armar con mamá y mis cuñadas los centros de mesa. Si querés sos más que bienvenido a hacerlos con nosotras, ¡Oh Dios de las manualidades!—. Lo último lo dije mientras le hacía una pequeña reverencia. Ambos comenzamos a reír con tanta  fuerza que nos doblamos en dos agarrándonos la panza del dolor mientras las lágrimas colmaban nuestros ojos. Cuando nos calmamos y pudimos sentarnos él me empujó levemente antes de pasarme su brazo por mi hombros para acercarme y abrazarme.

— ¿Sabes? Ojalá nuestra relación nunca cambie. Ojalá podamos seguir estando así el resto de nuestras vidas; estando juntos pase lo que pase–. Lo miré a la cara y sonreí. Me acerqué y besé su mejilla. Tenía suerte de tenerlo conmigo. ¿Quién hubiera pensado que una relación que comenzó con una simple pregunta pudiera durar tanto?

Mis ReglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora