Mis Reglas

Capítulo cincuenta y cinco

Es loco como el tiempo pasa y se lleva las cosas. Es como las estaciones; cada estación trae algo nuevo y va borrando de a poco lo que la estación anterior dejó hasta hacerte olvidar que estaba ahí.

Y, ahora, amo la estación en la que me encuentro. Nunca fui fan del verano ni nada parecido, amo a muerte el invierno pero, esta vez, el verano ha conquistado mi corazón. Al fin ha llegado el tan esperado Diciembre; ha llegado el día en el cuál mi hermano va a casarse. No puedo negar que estoy que muero de la emoción.

Me desperté como cualquier otro día; aunque mis clases ya habían terminado, desperté temprano ya que teniamos demasiadas cosas que hacer. Las decoraciones para el casamiento habían quedado preciosas por lo que no había que preocuparse por eso. Si yo no podía contener mi emoción, no puedo imaginarme lo que Logan o Emilia estarían sintiendo. Ellos habian dormido separados para poder volver a verse en el altar. Ella durmió en la casa de su madre mientras que él se quedó en el departamento que ambos comparten hace tantos años.

Saliendo de mi cuarto veo que mamá estaba en la cocina dando vueltas preparando el desayuno. Me paré en la puerta para observarla; ella no dejaba de sonreír mientras se movía, incluso tarareaba. Hacía mucho que no la veía así, no desde que era pequeña.

Me recordaba a esas mañanas en las que tenía 6 años y bajaba a desayunar junto con mis hermanos. Los tres bajábamos a la carrera, compitiendo a ver quién era el más veloz. Debo admitir que ellos siempre me dejaban ganar... Porque, generalmente, solía tirarme sobre alguno de ellos para que me llevara a caballito y, al que le tocaba, corría conmigo encima lo más rápido que podía y el otro corría más lento, dejándome llegar primero; ahora de grande pude entenderlo. No hay día en el que no olvide a esos dos, quienes siempre me cuidaban y me ayudaban cuando más lo necesitaba. Ellos estuvieron ahí en cada momento, sin importar la edad o la situación que estuviéramos pasando.

Y, ahora, me tocaba a mí estar junto a ellos. Uno iba a casarse y el otro sería padre, menuda locura.

No puedo creerlo pero es cierto, la vida nos ha pasado y cada uno tiene su propio camino. 

Dejo salir un suspiro y eso hace que mamá me note ahí, parada en la puerta.

— Hija, no te ví ahí— dice mientras revuelve las tazas con el café antes de echarles el agua—. Que bueno que ya te hayas despertado. Tenemos tiempo para desayunar y darnos una ducha antes de irnos.

Bendita sea mi cuñada, ella había insistido en que nos maquillarían y nos peinarían junto a ella.

No por nada yo había sido escogida como su dama de honor.

Todavía no podía creer que ella me hubiera elegido... Ella asegura que si no hubiera sido por mí ellos nunca hubieran estado juntos. ¿La razón? Yo fui la que los encerró en una habitación y los obligó a hablar sobre sus sentimientos. Es un recuerdo bastante gracioso en realidad.

“No podía creer que el tonto de Logan no se animara a hablar con ella y decirle lo que siente. ¡El estúpido está taaaaaan enamorado! No ve a nadie más cuando ella entra en la habitación; es tan obvio para todos menos para Emi. No sé que esperan para empezar a salir; sé que ella está tan locamente enamorada de mi hermano como lo está él por ella y, sin importar lo mucho que les repitamos a ambos que están enamorados el uno del otro, ninguno quiere creer que es verdad.

Un día no pude aguantarlo más y logré convencerlos de que ambos entraran a mi cuarto ya que supuestamente "necesitaba de su ayuda". Mi plan funcionó y cuando los tuve a los dos ahí, salí y los encerré con llave. Al principio gritaban cosas y exigian que los dejara salir hasta que no pude evitarlo y les grité: "¡No los voy a dejar salir hasta que dejen de ser cabezotas y admitan lo mucho que se aman!". Ambos se quedaron en silencio. Cuando me calmé les pedí que hablaran y que tenían una hora hasta que yo volviera.